Prosa poética fruto de un momento de inspiración oyendo Boston de Augustana:
Lo que callas
¿Qué ha pasado alma con tu fulgor? ¿Cómo es que sigue vivo el corazón? Te miras, y no encuentras la razón.
Ayer por fin te atreviste a abrir el cofre oculto, a tender tus cartas, a desvestir la vida.
Ayer te mostraste con la fuerza y la impetuosidad de una tormenta calma pero eterna, en esa puja permanente que entendiste una vez, fuera tu vida.
Ayer dijiste con la entereza que te han dado los vaivenes de la vida: ¨yo estoy sola¨, ¨yo soy sola¨, ¨yo sola moriré¨.
Ayer viste cómo aquel que amabas se congeló en el tiempo descubriendo el más oscuro secreto que guardabas, tu más profunda convicción: la gente en tu vida es como un tren que pasa junto a tí, pero que finalmente, termina por seguir por su propio rumbo. Que lo que hoy tienes, lo tienes hoy y que mañana seguramente no estará.
Que por debajo de esa gruesa piel sientes que amas pero sabes que es imposible que tu sientas amor, sabes a ciencia cierta que el amor no fue hecho para tí.
Ayer te desnudaste el alma por completo. Demostrando el desgarro que cargabas, ese desgarro permenente y sangrante que callabas, y que, seguramente, guardarás donde la luz no muestre su semblanza.
Hoy sigues respirando, hoy sigues sonriendo. Hoy todo lo que das lo das con ganas de seguir amando, de seguir dando, de seguir sientiendo lo que sientes, pero sin poder sentir que otros te aman.
Hoy, como ayer, como mañana. Sentada en bata al borde de la cama sabes perfectamente que estás sola, que eres sola y sola morirás.
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