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Escribo porque es otoño nuevamente,
él me espera a las nueve de la noche en el restaurante de la avenida
donde comeremos cordero y beberemos vino generoso, vino dulce
como dulces son los ojos con que me contempla mientras hablamos del mar,
como dulces sus palabras cuando dice que le gustan el océano y sus abismos
y que anhela como yo ver el mar Mediterráneo,
el insondable mar de barcos hundidos y leyendas perdidas, el mar griego,
como griego es el cordero y el vino de su boca y nuestro anhelo;
correremos luego para ganarle a la lluvia
que en esos días de octubre lava nuestras miradas como lágrimas,
lágrimas saladas igual que el mar de Grecia,
lágrimas que compartimos cuando, abrazados en la soledad de la casa,
a veces lloramos por nuestras viejas cicatrices y él,
que cree en el amor, se ríe como un niño con mis bromas infantiles,
me cuenta de los niños del Pireo y de sus sonrisas en sus rostros
que le inundan de esperanza el corazón y están presentes
cuando caminamos tomados de la mano, por esas calles viejas, pedregosas,
mojadas por el llanto del crepúsculo, resecas bajo el sol de la mañana
que me despierta cuando duermo, como una lolita, entre sus brazos
y agradezco su presencia, mi rostro en su cabello, mi piel aromada
con el dulce olor a pan y a flores frescas de su cuerpo; y él,
que cree en nosotros, se levanta desnudo y frunce los labios porque es ya tarde
y unos brazos infantiles la requieren, yo le miro
como lo ve también esa pintura que cuelga cerca de la cabecera, yo le miro
con sus ojos de niño y su sonrisa de niño y su corazón de niño,
le miro mientras esta otra que soy yo misma escribe
que es otra vez otoño y otra vez puedo sentir
cómo acaricia mi rostro, dejar mi beso en su espalda,
verle bailar como el maravilloso Zorba, oír el sonido de la guitarra
mientras la gente va y viene conversando,
le diré que está hermoso y que me gustan sus manos,
que todo él me gusta, luego nos escribiremos cartas
para llenar los momentos en que no estemos juntos,
pondremos nuestra fe en esta enésima esperanza:
amor es una forma de nombrarle y digo amor por no decir que muero,
que a cada instante entre sus manos muero,
que muero en cada sonrisa y cada lágrima,
que a su paso florecen las margaritas y es ya un prado mi existencia,
el futuro es un espejismo y todo espejismo es un sueño del desierto;
el milagro del querer se ha consumado, me hablará de las calles de su pueblo,
de un río eterno entre las manos,
y yo sonreiré al imaginarle recién bañado, siendo un niño y él,
que cree en Dios, musitará una oración antigua,
me esperará cada viernes a las nueve de la noche, en el restaurante de la avenida
donde comeremos cordero y beberemos vino generoso, vino dulce
como dulces son los ojos con que le observo mientras platicamos del océano,
y el tiempo no importará porque somos inmortales,
porque el tiempo somos nosotros, y las noches y los días y las calles pedregosas
contarán a los hombres que le amo,
que soy una rosa que se alimenta de su sangre...
Me siento Melina Mercouri !!!

Texto agregado el 28-08-2007, y leído por 119 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-09-2007 Me gustó contradicciones
28-08-2007 Volvi Melina, y me alegró encontrarte.. me encanta tu poema enamorado... Un beso!!!! athos_mosquetero
 
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