Me es tan difícil hablar para mi mismo.
Me dije mientras miraba alrededor de la solitaria casa que dejaste.

Ya no se que hacer con esto.- le dije al gato. Mientras me acurrucaba en aquel rincón donde solíamos amarnos, lloraba como una magdalena, alucinaba con tu cara, hasta juro haber escuchado tu voz, que no fue el gato ni un crujir de la casa.
Eras tú, me estabas enloqueciendo desde lejos.

Ni la bicicleta, ni la poesía, ni las intensas horas de lectura., nada me consuela. Lloro como infantil cascada, caen mis mocos, mis energías y mis entrañas sucumben ante los espasmos de tristeza.

Me aburro de estar triste, ahora ya no lloro con pena, sino, con agobio, el sol esta terrible allá afuera, hasta la luz y el cielo azulísimos, todo me produce sensación de condena.

Me ha dado por extrañar a todo el mundo.
Incluso a la muerte, esa que ni conozco.
Pero me espera como si fuera su hijo.