Entre ceja y ceja.

Eran los años noventa y el descoque de la apertura. Uno de los programas de más audiencia era el de Las Mamás Chicho, por sus abundantes delanteras y la escasa ropa que las cubría.

Como cada sábado terminaron delante del televisor viéndolo. Como cada sábado él terminaba diciéndole… – Mira… mira y aprende-. Ella protestaba un poco y él insistía con la misma frasecita, con ánimo de fastidiarla, y la terminaba fastidiando ya lo creo, no por no tener la delantera de las nenas, ni porque a él se le alegrara el ojo, sino por el tonillo burlón de la insistencia.

Que le gustaran las mamas generosas le parecía bien, lo que no le parecía tan bien era el intento de querer molestarla con las comparaciones, ella que usaba una talla cómoda, tan cómoda como para que la ley de la gravedad no le afectara, es más, han pasado casi treinta tacos y apenas le ha repercutido.

-Mira… mira y aprende- Le volvió a decir él aquel sábado
-Si, Bertín- contestó ella. No volvió a poner ese programa.

A partir de entonces solo veían juntos los documentales de la dos y cada vez que salía una serpiente le decía: -Mira… mira… una víbora- Aunque fuera una anaconda.

(DE LA SERIE ``VÍBORA´´)

©