Eres el alga con flor que sólo se deja ver a quien la busca, el viento que sopla orgulloso, haga sol o no, eres la luna llena que baña el atlántico en noches de final de verano, un garbanzo sin cocinar, la mitad más completa de una profeta de pata de palo y atrio de cristal. Dejas señales, colillas suicidas que se libran del triste final, toallas mojadas y ropa sin colocar, letras sabias de viejo montañés sin época que intenta por medio de la palabra, escrita o hablada, cambiar lo que nos hunde en la ciénaga de la destrucción y la falacia. Eres corazón, la falta de rencor hecha persona con dos fuertes piernas que suplen la mía de madera. Una canción con ganas, diagonal de pies calientes en la cama, el tesón y la escala para desperanzados, apartados y artistas variados como puedan ser el halcón, el pulgón y ¿por qué no? Un ornitorrinco de topos, el gato luciérnaga y quien cree que el coche sin gasolina necesita cual vaca pastar para repostar. Eres risa franca, oidor de sueños esperpénticos en los que me acompañas con el San Bernardo en busca de quién sabe qué. Amigo del bombero y la profesora, incoherencias entre vigilia y sueño con las que no dejo de tirar sonrisas, por eso las paredes ya se ríen como si cien bocas desde su nacimiento tuvieran. Olor a pomelo, coco, sal, fruta de agua y a comida azul, roja, naranja y a rayas, que no permiten más que morder una y otra vez o tratar de guardar en botecitos tal tesorillo. Canción triste galega de taberna.
A ti. |