Era una tarde despejada por el mes de septiembre, mi corazón comenzó a palpitar extrañamente, mis pasos se entorpecieron al momento de verte y mis palabras no fueron las más elocuentes.
Tu me veías con cierta gracia, me ilusionaste y después me di cuenta de que así mirabas, aún así, tus ojos me cautivaron, tu mirada me hizo estremecer.
Y así pasaron meses enteros para que yo me enamorara, pero cuando sentí ese maravilloso sentimiento dentro de mí, fue imperativo que te lo notificara de alguna forma, la única manera que encontré fue con detalles, llamadas, pequeños versos que se me ocurrían, buscaba las flores más hermosas para que te gustaran…
Con todo esto me atreví y por fin te pedí que fueses mi novia, accediste, asintiendo con tu mirada de ternura…aún lo recuerdo, fue una tarde de un diecinueve de noviembre (fecha muy próxima a tu cumpleaños).
Con todo esto pasaron tres años y ocho meses, que en estos momentos parecieran una cantidad insignificante de tiempo, a comparación de la eternidad que juramos amarnos.
En algún momento te ofrecí mi corazón y lo tomaste, quedado en lo dicho se guardó dentro de mi pecho, sin embargo, el tiempo pasó, tu amor se marchito y alguien más llegó.
No importa mi amor, pareciera que algo de corazón me quedó, aunque me temo que no es de esta manera.
Cuando me dijiste que no querías saber ya de mí, que en lo nuestro solamente hay un “fue” mas no un “será” y te marchaste, en ese preciso instante, mi corazón salió de mi pecho, ensangrentado y como pudo trató de alcanzarte, aunque su esfuerzo fue en vano, tú proseguiste tu camino y ya nada más quedaba por hablar según tu elocuencia.
Ahora bien, no me arrepiento de esa promesa, aunque debo confesar que extraño a mi corazón. Me han comentado amigos cercanos, que lo han visto vagar por las calles, sin rumbo aparente, ¡vaya que están en un error!; mi corazón va siempre detrás de ti, su destino eres tú, para que algún día, el día menos pensado, lo tomes entre tus manos y quieras conservarlo. Puedo asegurarte que él siempre estará contigo, independientemente de la promesa que te hice, fue algo que acordé con él y así suavemente le mencioné: “ve tras la mujer que más he amado en esta vida, cuida de ella y sobre todo sé incondicional y paciente a sus desplantes”; así de esta manera mi amor, podrás tomarlo cuando tú quieras, aunque ya esté en ese momento cansado y viejo y sea inútil para ti…ponlo en la repisa, guárdalo en un cajón, sigue ignorándolo, a mi corazón no le importa, puesto que el amor que tiene hacia ti lo alimenta, lo acobija por las noches y sobre todo lo mantiene latiendo…aunque…aunque a ti ya no te importe.