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¡No te des vueltas, caminá hacia atrás y quedate entre las estanterías hasta que te avise, hacete la boluda!
Por supuesto que Silvia obedeció lo que su jefe y amigo le decía, y obedeció porque sabía lo que estaba pasando. ¡Otra vez ese viejo de mierda acosándola! ¡Hijo de mil Putas! ¿Nunca iba a dejar de molestarla?
Silvia tenía 38 años y una hija adolescente y sufría éste acoso desde que ella era una niña. Estaba cansada y asustada, cansada y asqueada. ¡Viejo de Mierda pensó otra vez mientras esperaba la señal para poder salir!
Cuando dejó de pasar por frente al negocio, volvió a la normalidad de atención al público, aunque no podía sacarse de la cabeza el miedo y el asco que le producía Rogelio y cómo solucionar el problema.
Recordó una vez más las primeras veces que se sintió acosada, por esa época ella era una niña de 14 años y ese hombre que había ayudado a su familia tantas veces, la había empezado a tratar de una forma diferente, dudosa. Notó como de un día para otro él la empezaba a manosear con la mirada, con las palabras, y supo al instante que iba a tener problemas, pero nunca imaginó que el mismo se prolongaría en el tiempo.
Atendió a un cliente mas y se fue a su casa ya era la hora de la cena casi y su hija la esperaba con la mesa puesta y la carne en el horno. Luna era su solcito, su motivo de vivir, su todo. Era morocha, rotunda, con el cabello renegrido y lacio, ese tipo de cabello que tienen peso y cuerpo y que hacen que una mujer se sienta hermosa por tenerlo, y Luna se sentía así. Con sus 14 años se la veía ya como una mujer hermosa.
Silvia y su hija vivían solas, ella nunca había querido casarse, a pesar de que había tenido oportunidades. Siempre había sido muy libre con su sexualidad y sus relaciones humanas y no creía estar mentalizada para las obligaciones de un matrimonio. Era de ese tipo de mujeres modernas, lindas, inteligentes y libres que tratan de vivir la vida a su manera sin molestar a nadie, no le gustaban los escándalos ni las fanfarrias, y eso mismo era un motivo mas para que no entendiera por que ese Hijo de mil putas se había ensañado con ella, y la seguía acosando durante tanto tiempo. ¡Justo a ella que no molestaba a nadie!
Trabajaba, cuidaba a su hija, pagaba las deudas y los impuestos, trataba de rebuscárselas y de progresar y cuando la vida se lo permitía, trataba de divertirse, de salir y compartir con alguien un buen momento de placer y alegrías.
Estaban cenando ya, la carne estaba muy buena, se notaba que le había puesto algunas hierbas también, mientras disfrutaban de una película de amor que había en la tv y charlaban de las cosas cotidianas, cuando de pronto sonó el teléfono, Silvia fue a atender pero en el momento de levantar el tubo se cortó. Volvieron a concentrarse en la película pero otra vez el teléfono, esta vez intenta atender Lunita pero no llega, se corta antes.
¡Ahí recién reaccionó ¡ Otra vez ese Viejo de Mierda!
-¡No atiendas si suena de nuevo! Gritó. No atiendas. ¡Por favor!
Y así hicieron. Volvió a sonar una dos y tres veces hasta que se cansó y seguramente volvería a molestarlas el día siguiente.
¡Qué bronca! ¡Otra noche arruinada! ¡Otro momento desperdiciado por ese mal nacido!
Se abrazaron fuerte la una con la otra sabiéndose solas en esta vida y concientes de que se tenían y debían cuidarse.
Se acostaron después de lavar los platos, Luna se durmió enseguida, estaba agotada de tantas obligaciones diarias, pero Silvia no pudo conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en como solucionar el problema. Hasta ahora solo se había dedicado a tratar de ignorarlo, pensando que se le pasaría en algún momento y que dejaría de molestarlas, pero ahora que Lunita estaba creciendo ya no era lo mismo. Sentía que era su obligación terminar con esto antes de que ese Hijo de mil putas tratara de hacer lo mismo con ella.
Se levantó, se preparó un wisky con dos hielos y se sentó en la penumbra de su living a pensar, recordando cada una de las veces que Rogelio la había molestado. Recordó con el sabor a hiel en la boca, aquellos 15 días en que su mamá trabajó haciendo una suplencia en un restaurant, por las tardes y que el tipo aparecía justo media hora después que la misma abandonaba la casa, y se quedaba mas de una hora, una hora que a Silvia se le hacía interminable, escuchándolo, viéndolo, con esa mirada lasciva y ese olor fétido de hombre solo. ¡Se le revolvió el estómago al recordar eso! Él tratando de convencerla de que debía entregársele, que nadie la iba a querer y cuidar tanto como él, que siempre la ayudaba y mil cosas más. Y sus manos tratando de tocarla cada vez que podía, y su mirada desnudándola toda. Una vez más sintió el estómago revuelto.
Por esa época, ella tenía 16 años y ya había soportado uno completo de acoso, de miradas, de invitaciones, de tocadas como al pasar, de llamadas pero en esos 15 días por primera vez, arremetió con fuerza para lograr su objetivo. Recordó una vez más como se sentía y como lloraba horas y horas, la angustia vivida, el sentimiento de impotencia, la desesperación y desolación.
Y el miedo que sentía las horas previas a la partida de su mamá.
Se sirvió medio wisky más mientras pensaba en aquella vez que a los 18 años, cuando cansada de un nuevo período de acoso y luego de mucho analizarlo y masticarlo, decidió que lo mejor era entregarle lo que él tanto buscaba. Sería un ratito y con ese gran sacrificio lograría tranquilizarlo y hacer que deje de molestarla. Cerraría los ojos y lo dejaría hacer. Serían 10 minutos a lo sumo se dijo tratando de convencerse.
Aceptó entonces, una de las tantas invitaciones y quedó en que iría a cenar esa noche a su casa, aunque sabía que el no quería cenar.
Recordó con un nudo en el estómago como cuando apenas ella traspasó la puerta de entrada, el se le abalanzó y trató de besarla, y como ella esquivó su boca, y el siguió por su cuello, apretando sus pechos firmes, metiendo manos por todos lados, tratando de abarcarla, de recorrerla, jadeando de placer y desesperación y ella nauseabunda y con escalofríos tratando de soportar pero abandonando la idea en el mismo momento en que se desabrochó la bragueta y en un instante apareció su miembro erguido y asqueroso listo para penetrar. Y empujó con fuerza sobrehumana y se desembarazó y salió a la calle corriendo para no volver a pisar nunca más esa casa.
Por días tuvo que soportar su ira y sus palabras de reproches. La seguía por todos lados, la buscaba, la llamaba. A cualquier hora. Estaba como loco. Estaba loco en realidad y se la había agarrado con ella.
Ese hecho le sirvió para tener en claro que de esa manera NUNCA MÁS iba a tratar de solucionar el tema.
Ahora a sus 38 años, con tantos años del problema sabía que la solución no era darle lo que él buscaba, tampoco ignorarlo, y menos denunciarlo porque sabía que tomaría todas las represalias y les haría la vida imposible.
Entonces ¿Que hacer? Debía encontrar una solución urgente porque si seguían así ella se volvería loca también, y con Luna creciendo no podía darse ese lujo.
Estuvo pensando en eso tres días seguidos. No dormía, casi no comía, no podía más que pensar en eso. La tercera noche se decidió.
Analizó cada paso a dar y sus posibles consecuencias, la manera y los obstáculos, los pro y los contra, y una vez que tuvo la certeza que era lo mejor, ahí si se acostó y durmió placidamente.
En 20 días serían los 15 años de Lunita y ella secretamente le regalaría esa solución. No dejaría que viva lo mismo que había tenido que vivir y sufrir ella. Le regalaría una vida en paz, sin acoso, sin llamadas, sin frenadas ni invitaciones de ese hijo de mil putas. Si .Eso haría.
Toda esa semana estuvieron ocupadas con los preparativos para la fiesta, que si bien sería sencilla, estarían sus amigos y sus compañeros de curso. Compraron un lindo vestido, zapatos nuevos, el perfume de moda, organizaron que bocaditos convidarían, la música, etc.
A Silvia se la veía feliz y tranquila, disfrutando cada momento, sintiendo un gran alivio,
Y si bien, cada día se repetían las pasadas y las llamadas, ella ya no las sufría, ya no sentía asco, ya había solucionado mentalmente el problema, esperaba la hora de hacerlo real, pero ya sentía que pertenecía al pasado. Estaba libre.
Pasaron los días y llegó el sábado del cumpleaños. ¡Por fin!
Se levantó temprano y contenta, pasó por la habitación de luna, que dormía profundamente, la arropó, le dio un besito y le cerró la puerta. Tomó el celular y se fue al patio para hablar tranquila. Respiró hondo, exhaló y usando la vos más dulce y tranquila que podía, marcó el número de Rogelio. Cuando atendió notó su sorpresa y le explicó que lo llamaba para invitarlo al cumpleaños de Luna, que ambas habían decidido que sería bueno que él estuviera, que ella le estaba agradecida por las veces que se había preocupado por ellas, y que la disculpara por no haberse dado cuenta antes, pero que creía que aun estaban a tiempo de recomponer la relación.
Sorprendido pero gustoso, aceptó y dijo que compraría un buen regalo para cada una. Ella agradeció y le pidió que por favor estuviera puntual a las 20.30hs. pues no querían empezar sin él.
Estuvo toda la mañana entretenida preparando el fogón donde se hacía la fiesta, pero a las 17 hs. llamó a su amiga íntima y le dijo que necesitaba una gran gauchada, que la cubriera en la fiesta 30 minutos, y que además le prestara su auto ese tiempo, y que nadie debería darse cuenta de que ella se había ausentado. Sabía que podía contar con ella, y también sabía que ella era “una tumba”.
A las 19.30 hs. se puso linda y empezó a recibir los primeros invitados que llegaban, ¡Luna se veía plena, hermosa, feliz! Empezaron a bailar y a reír rápidamente, entonces ella aprovechó a las 20.15, salió por la puerta trasera sin que se note, subió al auto de su amiga y manejó hasta la casa de Rogelio. Una cuadra antes estacionó en un lugar oscuro y apagó el motor. Para sus adentros pensó en la suerte que tenía en que el Hijo de mil putas viviera en las afueras del pueblo, y que en esa zona y a esa hora de la noche en invierno no andaba nadie. Se puso los guantes de latex que solía usar para teñirse y bajó.
Caminó rápidamente hasta el auto de él, abrió la puerta de atrás y se escondió lo más que pudo, ya debería estar por subir según la hora acordada el día de la invitación.
20.25 hs. sintió que abría la puerta delantera y se sentaba al volante, ¡Inmediatamente se inundó el auto con el olor agrio y fétido que emanaba de su cuerpo mezclado con perfume barato! Dejó los regalos en el asiento del acompañante y se dispuso a encender el motor. Pero en ese mismo instante Silvia lo abrazó suavemente desde atrás, casi seductoramente, se podría decir. Fue un instante, pero él sintió que el cielo era suyo y se relajó y se dispuso a gozar, en ese mismo instante sintió el puñal entrando en su cuerpo, en la zona del hígado y los riñones, quiso darse vueltas pero Silvia revolvió el cuchillo para asegurase que su problema se terminaba allí mismo.
Rogelio exhaló por última vez y murió. Ella, limpió el cuchillo en su espalda, se sacó los guantes y rápidamente y sin hacer ruido caminó hasta el auto de su amiga.
A las 20.45 entró al baño de su casa, tiró los guantes de a uno por el inodoro, se perfumó, se retocó la pintura y sin llamar la atención volvió a la fiesta, nadie se dio cuenta de que regresaba, porque en realidad nadie había notado su ausencia.
Su amiga le guiñó el ojo y siguió sirviendo bocaditos mientras movía las caderas al ritmo de la música.
A las 3.00am despidieron a los últimos chicos, cansadas y felices, se abrazaron y se fueron a dormir. Mañana limpiarían.
El la sección de policiales del diario del lunes, en una nota mínima notificaban de la muerte de un tal Rogelio Hermann, de 72 años, soltero y sin amigos, lo atribuían a su actividad de prestamista y usurero.
Nadie jamás la relacionó con el tema.

Texto agregado el 27-08-2007, y leído por 109 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-08-2007 Buen argumento para una película se suspense. Bien relatado y creible.+++++ crazymouse
 
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