La vez que llovió en mi arena salada por mi suerte tome de el suelo una rama intentando animar a un insecto alado a que se posara en ella, mi intención parecía no interesar al bello ejemplar semejante a una flama de colores por el polvo de luz que la cubría.

Era tarde en el día, pero mi corazón se oscureció antes, la rama antes amiga ahora como presa veía al fuego volador, intentando afanosamente plasmarse en su cuerpo.

La lluvia ceso y tuve que voltear a ver otra luz, esta vez de un color rojizo que loco me volvió.

Mi error estuvo al hacer esto, ya que un clavo en forma de dedo de árbol nacía de mi mano inocente.

Sin fuego de los aires, sin luz rojiza y viajera quede,

Tarde era en el día, noche negra en mi corazón.