Una del norte, otras sur, dos almas reflejan sus mortales pupilas, en el cruel resplandor de día en la noche.
Dos seres, que rozan sus manos, dedos en sueños solitarios, buscan sus rostros entre nubes, derretidas en el cielo, en ese cielo, los ve hacer fogata en hojas del tiempo, al calentar el corazón sin fuego, para que el de la otra ventana no se congelen su hiel solitaria.
Vuelan, mueren, en verbos perennes, sub.-realista, simbólicos, uno más melancólico que el otro, a su vez se observan en medio de la nada bohemia, lagrimas que golpean sin cesar los espejos plutonianos dormidos en los parpados lunáticos.
Y hechizos poéticos flotan inherentemente en el medio, de dos ventanas lejanas hacen su magia inmortal en el aliento que empaña el cristal. Al saber que su contra-parte esta edificando su imperio bajo la lluvia…
Gabriel Briceño
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