Cuando uno busca, encuentra (eso dicen) pero Ana no había encontrado nada, setenta años, tez pálida, la vida triste espejada en su rostro, ojos saltones pero infinitos, olor a tabaco y lavandina.
Sabia que se le estaba quedando chica la vida, que en cualquier momento pasaba para el lado de la mayoría, pero aunque suene absurdo, su final era su principio.
No quería irse así nomás, no había podido elegir nada en su vida, ni a su marido, que la había recogido a los quince años de la calle, ni su vida laboral en casa de otros, ni sus estudios filosóficos mirando novelas sin final. Por lo menos quería darse el gusto de una última elección.
En esos tiempos corría el rumor que en un pueblo cercano, había un grupo de hombres, (muy famosos y multimillonarios) que se dedicaban a darle forma a la muerte deseada, esto quería decir, que uno contrataba un seguro de muerte, entregaba en un sobre cerrado su deseo, y cuando sonaba la campana del ultimo round, estos hombres venían a buscarte y cumplían con lo prometido.
Era absolutamente absurdo y fantástico, imposible de creer, pero Ana estaba acostumbrada a no creer, y se terminó creyendo todo. Sabia de una mujer donde ella trabajaba que había contratado el servicio, que increíblemente se fue durmiendo, como ella lo pidió. Pero Ana no quería morirse de la misma forma que había vivido, quería por lo menos una vez, aunque sea por su tragedia, ser recordada eternamente.
Juntó todo el dinero que pudo, pidió prestamos, vendió todo, trabajó sin parar durante cuatro meses, hasta que logró llegar al valor del contrato mas pequeño, que no incluía efectos especiales, ni viajes exóticos, pero ella se las ingenió, por primera vez se dio cuenta de todo lo que podía hacer, por un sueño o por una revancha.
Viajó hasta el pueblo, buscó al grupo de hombres, se presentó resumidamente, firmó su contrato, y entregó el sobre con la muerte elegida. (Todo de forma muy acentuada)
Ana empezó a despedirse de todos con el pasar de los días, a cerrar círculos inconclusos, a meditar sobre su vida, hasta llego a plantearse alguna que otra cuestión con la religión que siempre la había hecho callar.
Y como todo llega, la última hora se le acerco a la puerta, habían llegado los empresarios del destino a cumplir con el contrato, Ana los recibió sonriendo, llorando de la emoción, nunca tuvo tanta impaciencia.
El sobre se abrió, y el grito aterrador se escucho en todo el pueblo, Ana había elegido su muerte, y los sorprendió a todos.
El grupo siniestro se puso de rodillas, no sabían que hacer, hablaban entre ellos, confundidos, llamaban por teléfono, consultaban, necesitaban a todos, a los conocidos de ella, a sus propios conocidos, revisaban manuales, estudiaban contratos, clamaban por abogados, todo fue en vano, nadie puedo darle solución.
Ana se alejó, las ultimas palabras que se le escucharon fueron: “A mi no me joden mas”



Nota del Autor: Por lo que pude averiguar el papel con su elección decía algo así: “Quiero morir con lo que ustedes viven, quiero llevarme lo que ustedes no tienen, quiero irme con los que nunca vinieron conmigo”.
Todavía no lo pude resolver, pobre Ana, ni en su último pedido la pudieron entender.