Nunca en el mismo sitio...

Bajo lejanos campanarios
la ciudad se despide
entre sus brumas.
Manos tristes dicen adiós
al otro lado del cristal
cuando arranca el tren.
Ningunos ojos me miran a mí.
Ningunas lágrimas mojan mi recuerdo.

Mi cansancio y yo
-eternos compañeros de viaje-
nos despedimos en silencio,
nos despedimos con la mirada,
nos despedimos de las ciudades,
de los campanarios y las brumas,
de las gentes que no nos miran.

Hacer camino.
Arar tierras nuevas y húmedas
con pasos viejos y lentos.
Hacer camino.
Ir siempre por la vía
buscando nuevos campanarios
que nos den la bienvenida
a ciudades nuevas,
a brumas nuevas...

Nunca en el mismo sitio.
Al amanecer habrá estaciones,
puentes, túneles y vías.
Al anochecer habrá manos tristes
y otra ciudad que se despide
bajo sus graves campanarios,
entre sus viejas brumas,
olvidando en su bullicio
al viajero y al residente
cuando arranque el tren.

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