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Inicio / Cuenteros Locales / diecinuevedeabril / Botella de Papaya

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-Hola, buenas tardes ¿tendría usted algo para tomar?

El vendedor no sabe cómo reaccionar, las manos las apoya en el mostrador con firmeza, y justo cuando una gota comienza a nacer de la frente, se pregunta -confundido, muy confundido-: ¿y si tuviese agua, qué me habría dicho?

-Sí, claro, ¿qué necesita?
-Una botella de agua por favor.
-(Lo piensa) mmm, la verdad es que en este momento no me queda, mañana me llegan.
-Lástima; bueno entonces una de bebida.
-No trabajamos con cosas de fantasías señor, lo siento.


Diego salta el mostrador, y toma la botella desesperado, dándole un corto, violento y profundo trago para terminar con la sed. Tapa la botella, la mira, y comienza a moverla –lentamente- para arriba y abajo, justo con el movimiento que le da la muñeca (el líquido comienza a saltar).

Diego: (desesperado) bueno, entonces dame cualquier cosa, ¿jugo?
-¿De qué sabor se le ofrece?

Diego: queque.
-¿Queque?, (lo piensa) no, ese me está llegando el Miércoles.

Diego: (sediento) no tiene nada mucho usted parece; ¿y de pelusas?
-La verdad es que los picnic son generalmente los fines de semana, y se están demorando un poco en reponer, usted sabe; además de que cada vez hay menos comidas en los parques, por todo el tema de las municipalidades, el fisco…

Diego: (enfadado, interrumpe) Entonces, para qué le voy a preguntar si tiene de madera, tierra o peluca.

Juan está pasmado; nunca –en su extensa trayectoria como vendedor de jugos- había visto un líquido tan flexible, que iba y volvía en tan solo segundos. Hipnotizado ahí detrás del mostrador, sintió miedo por la salud del cliente, y más, por cualquier futura demanda posible, debido al envenenamiento producido por ese tan acuoso líquido.

Diego: (confundido) ¿y eso? (apuntando a la única botella que quedaba en el local)
Juan: (girando el cuello hacia el mostrador) Basura.
Diego: La quiero, ¿Cuánto vale?
Juan: No está a la venta, la voy a botar ahora.
Diego: Señor, créame que sería capaz de saltar el mostrador, abrir la botella, y tomar lo que hay dentro.
Juan: (desafiante) Adelante.

Diego es el número diecinueve en la fila; lo que significa llevar todos los restos gigantes, desde migas de pan, hasta pepas de uva. En un acto de intensa rebeldía -se sintió como la peor de las hormigas- y decidió que era mucho esperar dos días para aguardar un puesto entre la realeza. Le dio sed, y así sin más, se salió de la fila, sabiendo que la condena –al final- sería mortal.

Juan: (tenso, tímido y nervioso) ¿Cómo se siente señor? ¿Ganas de vomitar? ¿Dolor de estomago?
Diego: (sosteniendo la botella justo delante de sus ojos) Lo veo amarillo.

Texto agregado el 23-08-2007, y leído por 131 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-03-2008 ais es angustioso el texto, ajaja...me dió una sed terrible!!, aunque esa botella no se veía muy apetecible. LaMandrágora LaMandragora
23-08-2007 Muy divertido!!! pero me asalta una duda ¿quien es Diego o que representa en el cuento? nuevagranada
 
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