Y fue tu inexpugnable detrimento,
el que nos hizo ciegos,
en una ciudad,
poblada de tus soles.
Me entregue a la bajeza,
del viento que sopla por lo bajo,
disimulando su presencia,
mientras erosionaba tal fortaleza.
Fui constituyendo, poco a poco,
de mis estatutos, tu vida,
en busca de la equidad, lealtad y justicia,
en un sistema desequilibrado.
El tiempo iba mermando,
mientras nuestra amistad,
iba forjándose día a día,
de ti, de mí.
Y olvide, que te entregue mi rígido corazón,
para que tú lo maceraras,
en sonrisas sinceras,
en tu amistad incorruptible.
Sin embargo, hoy resuenas,
tras el quejido de los pinos,
que son azotados,
de esta tormenta de recuerdos.
Visiblemente verdes,
así como la esperanza,
así como la jovialidad,
tus ojos, abren una brecha en este infierno.
Gracias, por tu tiempo derrochado,
gracias, por tu apoyo incondicional,
gracias, por abrirme la puerta de este paraíso,
en donde, lo único que gobierna, es tu amistad. |