[Y creíamos que nos cargábamos al mundo.
Que no había seres tan fuertes como nosotros.
Que nada malo podía pasar, empezando a palpitar…
Empezando a respirar libertad.
Tardes, talvez un cigarrillo a escondidas, en la lejanía de alguna playa.
Horas en bicicleta, mates propuestos por uno, ya no nos los daba papá, ahora los teníamos que hacer nosotros, feos pero con sabor a madurez.
Cambio de colegio, cambio de personas, o encuentro con realidades, con un Pinamar…
Un abrazo fraterno, un conflicto imposible de escape, un sueño con aires de utopía, pero lleno de verdad.
Acne, aquello que era lo más parecido a una maldición, impertinente reacción dispuesta a truncarnos el momento.
Se abría una carrera, donde el principio estaba claro, pero el final tardaría en llegar…
Un “te quiero” se clavaba en el medio del pecho y quién lo sacaría de allí, un beso perturbaba la entidad, ¿como era eso de descubrir que aun no sabíamos todo?
Opiniones bastaban por encontrar, pero poco importaba, el ser estaba completo y con eso alcanzaba.
Sonrisas amplias, como los días, hasta al domingo le sacábamos color.
Bosquejos de oscuridad, algún que otro llanto, muy posible de redimir y continuar el camino.
Identidades creciendo, abandonando la inocencia que claro, después extrañaríamos, pero para ese entonces estaríamos sintiendo diferentes vientos y no nos daríamos cuenta.]