Escribe: maravillas


Todo el mundo sabe hacer llorar, pero qué poca gente sabe hacer reír.


Dicen que el sentido del humor es una cualidad de la inteligencia, y de dicha afirmación no tengo la más ligera duda, porque la inteligencia es siempre franca y positiva.

Sin duda se preguntarán qué me invita a hablar, en estos momentos por los que atraviesa el mundo, del sentido del humor, esa hermosa cualidad humana tan difícil de encontrar en todos los tiempos de todas las épocas. Esa característica tan humana como divina.

Y es porque a lo largo de mi vida he tropezado con todo tipo de personas, unas más inteligentes, otras menos; unas más bondadosas, otras más hipócritas; personas creativas y personas imitadoras de todo y de todos. Sin embargo, he encontrado pocas veces esa “rara avis”: una persona con verdadero sentido del humor.

A menudo se confunde la ironía con el sarcasmo; mientras que el sarcasmo nace de la amargura existencial de la propia vida y sus frustraciones: llora como plañidera y ríe de forma histriónica; sonrisas que son muecas. No sabe llorar ni tampoco reír, su “sentido del humor” amarga como el limón, y sus lágrimas engañan como cocodrilos; la ironía, en cambio, exprime un zumo agridulce, como la propia vida: ríe con lágrimas y llora sonriendo

Leía recientemente la biografía de Groucho Marx, con motivo del décimo tercer aniversario de su muerte. Y me encontraba con las citas literarias que sobre él escribió James Joyce, en “Finnegans Wake” que confirman que Groucho estaba predestinado a la literatura.

Durante más de veinticinco años Groucho Marx practicó el género epistolar con sus hermanos, sus hijos, su médico, etc. alcanzando, como afirma en general la crítica literaria, un celo raras veces alcanzado incluso por Hölderlin. De éste último tengo su “Correspondencia completa”, de Groucho también, y puedo afirmar, sin permiso de nadie, que esta afirmación, más que certera, es absolutamente cierta.

Esta efeméride me ha ayudado en este último tiempo a valorar ciertos aspectos de la condición humana, tan pervertida, y a creer y a confiar un poco más en el corazón del hombre y en los valores de la vida.

El sentido del humor, como el amor, nace del corazón y se manifiesta en gestos, (acción), y en palabras, (lenguaje). Indisoluble pareja, siempre caminando juntos son el gesto y la palabra.

Durante estos últimos días he recordado innumerables citas de este insigne fumador de cigarros, egocéntrico ejemplar, que supo reírse de sí mismo antes que de nadie, que tiñó su pelo solamente para que hiciera juego con el postizo de su bigote, que le pegaba una patada en las ingles al despertador, y concluía una de sus cartas dirigida a Sam Zolotow del “New York Times”: “Es inútil protestar; así es como está montado el negocio del cine, y sospecho que es la principal razón de que aparezca tanta basura en el cine de su barrio”.




En fin, en estos días en que se conmemora el aniversario de su deceso, sin duda tendrán incontables posibilidades de disfrutar del agudo sentido del humor de este hombre que encabeza una carta, un 12 de junio de 1940: “No soy capaz de dormir. Seguramente tú te preguntarás: ¿Por qué no puede dormir? Tiene dinero, belleza, talento, vigor y muchos dientes” Pero la posesión de todas esas riquezas no tiene nada que ver con ello.

El más grande de los humoristas no sabía esconder la conciencia debajo del colchón.

Para todos ustedes este recordatorio del ingenioso brothers Groucho Marx, a quien le hubiera gustado escribir este epitafio:

--“¡Perdonen que no me levante!”



Alicia (maravillas)