Los bichos celestes que no miran,
y se dilatan en mentiras interiores.
Descubren a una monja depresiva de vida en un balde,
iluminan con medias luces la garganta retorcida,
y dejan caer en sus curvas los colmillos.
Crecen las muecas diarias,
ya no es tan fácil encontrar los sueños mientras se persigue dar vuelta a un bicho por lo menos,
y es aún más desesperador sacarlo del pelo enredado.
Y el otro bicho?
el paralelo.
es igual?
Creo que mejor busco a sus ancestros oscuros,
los que parencían reales,
pero no se pueden hallar.
tampoco los vi bien, no tengo idea de que espíritu estaban hechos.
En toda cuestión, tenían una facilidad para mancharse las manos de sangre,
y esconderlas racionalmente.
Pero mirando con atención desde el corazón oscuro, encuentro el brillo de la coagulación.
Les voy a sacar esa costra, y con las uñas manchadas, les acariciaré sus alas gruesas que le permiten caminar lentamente. En esta ocasión me conviene esa lentitud,
para hacerlos,
bajar por
los peldaños,
de la escalera,
de las verdades
a medias
y
en
fin.
Y cuando los tenga ahí sumergidos los desarmaré con el filo de un cuchillo, que deslisándose torpemente los dejará reconocibles, destrozados y ensangrentados.
Después, será una lástima que al reconocerlos no puedan recibir el regalo que les tenía en la otra mano.
Una rosa blanca.
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