Había sido educado y criado para triunfar. No podía fallar.
Sus abuelos miserables, sus padres fríos y rígidos. El no podía fallar.
Inteligente, astuto, calculador y codicioso.
Realizó muy buen negocio casándose con la hija del principal accionista de la compañía.
Engendró, a pedido de su difunto suegro, dos promisorios contadores, merecedores de CASI toda su confianza.
Un día sintió miedo; pensó que los poderes otorgados a sus hijos excedía él limite de lo prudente. Cómo modificar esta situación? Como dejar de sentir miedo, miedo por la perdida de lo suyo. ?
La empresa ya era suya, producto del sacrificio de toda su vida, de especulaciones y de turbios negociados.
No podía dormir; daba vuelta su voluminoso cuerpo tratando de no despertar a su esposa, a su traicionera esposa, la que quizás organizaba con sus hijos el peor de los crímenes... quitarle e él lo que era de él.
La única solución: convertir la empresa, y así lo hizo. La redujo a una valija de viaje de la cual no se separaría jamas.
Abandonó a su familia, cambió de nombre y de domicilio. Se hospedó en un lujoso hotel céntrico, pero... el miedo crecía, la angustia de ser descubierto lo torturaba; compró un peluquín para cambiar de aspecto, lo mismo hizo con sus ropas y sus costumbres.
Cambió de hotel, se mudó a una pensión de barrio, pero cometió un error:
pagó sin protestar los seis meses que el dueño de la pensión le pidió por adelantado. Ahora el dueño sabía que él era poderoso, con seguridad intentaría quitarle a él lo que era de él. O lo denunciaría a su familia, que no dejaba de publicar en diarios y revistas notas sentimentaloides para conocer su paradero. Sí, lo sabía, con seguridad lo sabía. Como librarse de él. ?
Aterrorizado, mal alimentado, sucio, desprolijo, con los párpados inflamados por no poder conciliar el sueño, producto de su tensión, de su crisis nerviosa que nunca llegaba a su climax; tramó un plan.
Mendigó. Así consiguió nuevas ropas, ya no necesitaba su peluquín. La barba larga y blanca así como sus pocos cabellos y su cuerpo deforme por la anemia, eran su mejor pasaporte.
Subió a un tren de carga, luego a otro, y a otro.
Así paso largo tiempo pero el terror lo perseguía, el miedo viajaba más rápido que los vagones. Cuándo encontraría su guarida? Cuándo la paz?
Allí estaba, una casucha de chapa en medio de un campo anegado por la inundación. La descubrió a los días de caminata, después de haberse arrojado del tren. Caminó entre las malezas, agazapado, arrastrando su cuerpo contra el fango. Protegiendo de la humedad a su amada valija, cargándola en su espalda. Allí estaba la paz.
Esperó el anochecer, a doscientos metros. Estaba solo. O no estaba solo?.
Si, lo estaba. El miedo, otra vez el miedo, el terror, la impaciencia.
Por fin entró. Estaba oscuro, pero antes de dejar su valija contra esa pared blanca se cercioró de estar solo, realmente solo, él y su amada valija.
Encendió como pudo un papel y luego una madera y cuando se dio vuelta vió su propia sombra reflejada en la pared blanca, al lado de su valija.
Se abalanzo sobre ella, lucharon pero... como un espejo mortal retornaba cada uno de sus golpes .
La sombra de la codicia, su sombra, luego de darle muerte, se alejó hacia el infinito a medida que se consumía el fuego.
EKIRNE
|