-Renato permaneció a la sombra, paseando entre los gruesos troncos.
-Es curioso, se decía, lo que acontence con las mujeres y el amor: no necesitan de palabras.
-Aquella mujer solamente había empleado una palabra para indicarle el lugar de la cita; lo demás no lo había dicho con palabras. ¿ con qué, pues?
- Había sido con los ojos y con un cierto tono de la voz algo empañada, y aún con algo más, quizás un aroma, una delicada, suave irradiación de la piel por la que los hombres y las mujeres podían en seguida descubrir si se deseaban mutuamente .Era algo maravilloso, como un fino lenguaje secreto...entonces ¿Por qué no era posible hablar con un flor?
¡ Pero si ni siquiera dos hombres podían hablar realmente entre sí, pues para ello se precisaba de un azar felíz, de una singular amistad y disposición!
-No era suerte que el amor no presisase de palabras, de otro modo, estaría lleno de equivocaciones y disparates. Ah, recordaba los ojos de Elisa, entre abiertos, como vidriosos en la plenitud del goce, mostrando tan sólo una rendija blanca entre los párpados trémulos...¡ ni con millares de palabras eruditas o poéticas fuera dable expresarlo! Nada, Ah nada cabía expresar, ni imaginar...¿ y sin embargo uno sentía en los adentros, reiteradamente, la apremiante necesidad de hablar el eterno
¡ impulso de pensar! |