Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Lo efímero de todo duelo (En un viernes extremista) –Por El_Galo
Pavor. Sorpresa. Miseria y oportunismo. El manual ilustrado de las conveniencias siempre permite encontrar en los desperdicios de las ratas a un delicioso manjar para degustar como almuerzo. Hoy son cuerpos desintegrados, mañana epidemias voraces, canibalismo o regímenes políticos diferentes. Derrotada, la pluralidad cultural fallece a manos de la hipocresía que ostentan aquellos que, en nombre de falsas cruzadas libertadoras, aplastan las tradiciones y modelan nuevas estructuras de dominación.
Amparados en su maquinaria sangrienta, los cruzados dictan las formas de percibir la realidad y demonizan a toda postura que se exhiba rebelde o mínimamente distinta. Con absoluta simpleza se construye o, en el más extraño de los casos, se identifica al enemigo y, bajo el estandarte de una mentirosa humanidad, se lo persigue hasta extinguirlo. No importa que su nombre sea Al Qaeda, IRA, Brigadas Rojas o Talibán. Al bautizado eje del mal se lo mutila a través de una ofensiva mucho más duradera, injusta y cruel. Sin importar el componente histórico-social, se inician impunes campañas cuyo único fin es el de obtener rédito económico, intervención militar y control político. Así, los cruzados se adueñan sin barrera alguna del gas de Afganistán, el petróleo iraquí o las devaluadas riquezas naturales de una Sudamérica que ya tiembla ante la sombra del oscuro ALCA.
Pero más grave aún es la complicidad de aquellos que, dueños de la más sórdida bajeza, aceptamos con gusto tal degradación y sometimiento. Porque nos horrorizamos ante casos puntuales de violencia, pero callamos y aceptamos toda la desigualdad que los guardianes del mundo imponen a cada momento. Y porque, aunque cerramos los ojos, hay personas que mueren todo el tiempo. Tanto en África como en Argentina, Panamá o Ucrania, las almas se despiden incesantemente. Pero claro, esto no es ninguna novedad, mucho menos que esta tendencia voraz se mantenga en alza. De esta forma, nos cubre el espanto cuando contemplamos lo que sucede en otros sitios a través del televisor mientras en nuestra vereda, en la puerta de nuestros hogares, un niño sucumbe ahogado en su propia diarrea desnutrida. Igualmente, aplicados, le rezamos a un Dios que, amo y señor de la propiedad privada y el monopolio de los medios de producción, se transforma en una buena excusa para robarle la independencia al diferente; avasallarlo y ajustarlo al clamor de un mundo lejano de toda reflexión. Pero, obviamente, el fundamentalista siempre es el otro. Por el contrario, y para fortuna de la especie humana, nosotros somos la democracia, el libre comercio, la globalización y la pedofilia. Somos el progreso, Coca-Cola y los cascos azules en una Yugoslavia que, por antojo de un presidente fumador de habanos y ahogado en la entrepierna de una pasante regordeta, estalló en un festival de morteros y aldeas pasadas a degüello.
Descartes hablaba del hombre como ser racional. Lamentablemente, nadie leyó esa letra en miniatura en la que, al pie de “El discurso del método”, se especificaba que el pensador no había sido más que un ebrio empedernido. De esa forma hubiera sido posible encontrarle una concreta explicación a tanto salvajismo y depravación convertidos en mundo. Y eso permitiría revelar también como es que, pese a tanta locura, los hombres continuamos con nuestras vidas. O somos capaces de construir una torre aún más alta al pie de las cenizas frescas de nuestros muertos recientes.
Hoy, transcurridos contados días de otro caso de exterminio, nos lamentamos por algo que mañana no será más que otro recuerdo incierto. Porque seguiremos adelante con nuestra existencia. Mañana trabajaremos otra vez, pagaremos impuestos vencidos, dormiremos con nuestras esposas, gozaremos con nuestras amantes, y votaremos a los mismos imbéciles de siempre. Y, por supuesto, guardaremos nuestra dosis de perpetua estupidez y compasión para cuando las circunstancias lo exijan. Mientras tanto, hablaremos con estudiado temor de aquellos crímenes que, inexplicables, se produzcan en otras latitudes mientras, a nuestros pies, abuelos, padres e hijos se devoran entre sí para evitar, de este modo, sus destinos de eternos condenados a la indigencia y la exclusión.
Pero, pese a todo lo dicho, no hay de qué preocuparse, amigo lector, porque los fundamentalistas y asesinos, por suerte, siempre son los otros.
Patricio Eleisegui
-El_Galo-
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Texto agregado el 19-03-2004, y leído por 564
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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14-12-2005 |
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Gracias, así se escribe leon |
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17-03-2005 |
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Es efímero todo duelo, después de leer tu columna vuelvo a pensar con más convicción que la vida de cada uno de nosotros, ínfimos, bellos, embutidos de ángel y bestia, guardámos queramoslo o no un designio: vivir, y es más fuerte que cualquier intelectualidad y/o conciencia de este mundo-disparate. Otro saludo trans-cordillerano, Alberto. Quilapan |
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17-03-2005 |
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Es efímero todo duelo, después de leer tu columna vuelvo a pensar con más convicción que la vida de cada uno de nosotros, ínfimos, bellos, embutidos de ángel y bestia, guardámos queramoslo o no un designio: vivir, y es más fuerte que cualquier intelectualidad y/o conciencia de este mundo-disparate. Otro saludo trans-cordillerano, Alberto. Quilapan |
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20-02-2005 |
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patricio, exelente redaccion, exprecion de pensamiento, repito, exelente...ahora,tu que propones? gringuis_ |
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23-03-2004 |
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gracias por la cachetada. me habia olvidado que dormia. sduv31 |
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21-03-2004 |
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entiendo tu visión pesimista, tal como están las cosas... la verdad es que el mundo no ha cambiado nada en 2000 años, creo que el ser humano es incorregible, al menos lo que sustentan el poder, pero es posible luchar para cambiar poco a poco.... barrasus |
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19-03-2004 |
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Entiendo tu sobrada irritación estimado, pero creo que el vaso ha sido desbordado y aquí, como dice nuestro entrañable Discépolo "Van juntos la Biblia y el Calefón". No creo que tu irritación te impulse a minimizar el significado del 11 de marzo y mzclarlo con lo que ocurre a diario en todas las ciudades, pueblos y aldeas del mundo.Y yo personalmente, que vivo resolviendo en la medida e lo posible la desnutrición infantil, los cada vez más abundantes maltratos infantiles (hoy vengo de denunciar un caso por Rx sospechosas de lesiones oseas viejas), no me siento prsonalmente comprendido en las generales de la ley que tú planteas, y personalmente, descreo de esa metodología. Cuando Ortega y Gasset nos recomendaba:"Argentinos, a las cosas",
creo que nos indicaba el camino del quehacer diario, serio, resaponsable y solidario. Reivindico absolutamente tanto la solidaridad con las victimas del 11 de marzo, como el total repudio del hecho.
Como dije en una carta en La Nación de Buenos Aires:"Estar en contra de la política de F.Castro para con los disidentes, no significa estar a favor de la política exterior de Bush, y del imperio".
Gracias por el espacio, del que he abusado. albertoccarles |
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19-03-2004 |
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La única realidad que hoy puedo creer es que los poderosos mueven ficha, hoy aqui mañana en otro lado, sin importarles nada ni nadie y eso hoy por hoy no parece que vaya a cambiar. El FMI tiene las claves para acabar con el hambre en el mundo; las farmaceúticas custodian la llave para el fin del SIDA, ¿a quién le importa? a los que no movemos ficha y miramos con cara de esto no puede ser real, pero lo es, y mañana moverán de nuevo. Excelente columna burbuja |
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19-03-2004 |
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Los otros que, en definitiva, somos nosotros mismos, distintas gotas de un mismo océano que en la marejada se confunden y...se pierden. Es la realidad del ser humano desde que su pie pisó la tierra.
Tenemos una tolerancia limitada ante la barbarie. Nos queda cómodo contemplar por el televiso o leer en la prensa las devastaciones ocurridas a miles de kilómetros de nuestro cálido y mullido sillón, que nos permite continuar con nuestras vidas nos bien apagamos el aparato o cerramos el diario ya olvidado en el deván bajo la escalera. Es cómodo, en necesario, es vital para nuestra subsistencia.
Si pudiésemos abotagarnos con toda la malidicencia que a diario percibimos en el mundo, en la otra esquina, en nuestra vereda, en el vecindario del lado, nos volveríamos tan humanos que tendríamos que dejar de existir pues nuestra capacidad se agotaría tal cual ocurre con el dolor, que de tanto palpitar en nuestras sienes nos adomerce en un desfallecimiento.
Somos cómodos pero no hay forma de evitarlo, no por ahora, no en este tiempo. Pero deberíamos comenzar a hacerlo. Paso a paso debemos construir una nueva conciencia que vaya barriendo de nuestros interiores la intolerancia, el egoismo, la sed de poder, la indiferencia. Es una trabajo de picapedreros, paciente e inmutable que aún no somos capaces como raza de afrontar a no ser por un puñado de adelantados que con sus quijotescas actitudes van sumando granitos que aún resultan imperceptibles en esta sucia playa que es nuestra humanidad.
Creo que, en definitiva, lo lograremos. O pereceremos. No nos queda a distancia otra disyuntiva. A la par de nuestros defectos crece el poder destructivo engendrado por una sociedad camino al suicidio colectivo sino se pega el palmazo a tiempo. Quiero ser crédulo, quiero pensar que lo vamos a lograr. No para nosotros y quizá tampoco para nuestros bisnietos, pero sí para aquellas generaciones que al final de cuentas entiendan que la caridad empieza por casa. Que la tolerancia no es una entelequia, como tampoco la piedad y el justo anhelo de paz. A nosotros, nuestra generación y las del porvenir, sólo nos queda agachar la cabeza y trabajar empeñados en que nuestro futuro como raza adquiera la inteligencia emocional que ha nosotros nos está vedada. tambordehojalata |
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19-03-2004 |
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Terrible, pero verdad. margarita-zamudio |
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