Alguien me mira, doctor. Todas las noches alguien me mira, sólo apagar la luz y verlos, ver esos dos amarillos e inmensos ojos, tan aterradora e inquietantemente indagadores. Verlos siempre más cerca, más grandes e inquisitivos, más amenazantes, sentirse gobernado por el temor, saber que poco a poco me van consumiendo irrisoriamente.
Ya no sé qué hacer, doctor, no sé qué hacer, he intentado todo. Todas las noches, mire para donde mire ellos aparecen, aunque trate de dormir con la luz encendida yo sé que ellos están ahí, yo sé que siguen devorándome, y entonces aparecen, doctor, aparecen y vuelvo a tener la certidumbre de que alguien me mira, hasta he tratado de no dormir por las noches, pero ahora hasta en la vigilia aparecen, estoy cada vez más sumido en su mundo, hasta he llegado a convencerme de que sólo ellos y yo existimos, lo otro, es decir usted, por ejemplo, no es más que una mera ilusión, o tal vez la ilusión somos nosotros, y digo nosotros, doctor, porque ellos ya son parte de mí, o yo soy parte de ellos, no puedo saberlo porque a veces siento que todo es un gran sueño, una inquietante pero irreal nebulosa, pero cuando los veo, cada vez más amarillos y más profundos, sé que no es así, sé que no estoy soñando y que de a poco me van dilacerando la carne y el alma, porque todo es oscuridad para mí ahora, solamente iluminada por esos dos luceros en medio de mi siempre eterna noche, doctor, alguien me mira en mi siempre eterna noche.
¿Pero es que no me cree, doctor? ¿Acaso cree que le miento, que todo esto no es real? Y entonces si me cree por qué me mira así, doctor, por qué me mira con esos dos amarillos e inmensos ojos, tan aterradora e inquietantemente indagadores.
C.R.A. |