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Cuentecillo de verano

Yo soy un padre moderno, no se vayan ustedes a creer. No protesté cuando mi hija se hizo el tatuaje en el hombro ni cuando se taladró el ombligo para colocarse el dichoso piercing. Yo no me meto en su vida, ni en sus amistades ni en su forma de vestir. Si algo no me gusta me aguanto y ya está. Ya ven, soy un padre moderno.

Incluso ahora acepto como normal que mi hija se venga a pasar los quince días de vacaciones a los que tengo derecho, según el juez, con su novio y con otro amigo a mi apartamento de la playa. Ya tiene casi diecisiete años, no se lo puedo prohibir. Yo me ocupo de que todo esté dispuesto para cuando ellos llegan de bañarse, que no les falte cerveza en el frigorífico ni comida en abundancia sobre la mesa ¡ya se sabe como tragan los adolescentes! Luego se meten en su cuarto a dormir la siesta y a escuchar música a todo volúmen, que no sé cómo pueden dormir, hasta la hora de la ducha en que ya les tengo preparada sus pizzas para que se vayan a la discoteca con algo en el estómago. También dedico buena parte del día a la limpieza del apartamento, no se crean. Mi mujer me achacaba que nunca colaboré en las tareas de la casa, así que he aprendido la lección y me esmero con la bayeta y la fregona ¡Ay, si me viera con el plumero sacudiendo el polvo!

Pero hoy le he dicho a los chicos que no tengan prisa en llegar por la noche, que tengo plan. Bueno, plan, plan... Se trata de la vecina del apartamento de arriba, una morenaza alta y de buen ver. Está separada, como yo, y siempre que coincidimos en la escalera me saluda con agrado y hasta, creo yo, con un pelín de coqueteo. Hoy por fin me decidí y la invité a cenar. No se imaginan el esfuerzo que me costó. Me falta práctica y, además, no estoy yo para muchos rechazos. Las mujeres lo tienen más fácil para ligar, ¿cómo se va a comparar? Basta con que miren a un tío para que vayamos babeando detrás de ella y nos tiremos por un pozo si se le antoja. Los hombres somos así, qué le vamos a hacer. Mi mujer, por ejemplo. Dice mi hija que en los seis meses que llevamos separados ya ha salido con dos hombres ¡dos hombres! Pero si todavía no habrá tenido tiempo ni de quitar mis fotos del dormitorio. La he llamado algunas veces pero no me coge el teléfono, como conoce mi número... Un día la llamé desde una cabina y la pillé por sorpresa, pero apenas me quiso escuchar. Va y me dice que por qué no hablaba tanto antes, cuando estábamos casados. ¿De qué íbamos a hablar, si nuestro matrimonio marchaba bien?

Llevo todo el día en la cocina, con un libro de recetas abierto y un montón de cacharros y de productos raros que compré en el supermercado ¿Sabían ustedes que existen varios tipos de zanahorias? Y de patatas ni les cuento. Lo peor que llevo es la gelatina. Ya he tirado dos postres a la basura que han rebotado al caer en el cubo.

Se acerca la hora. Me he duchado y afeitado a conciencia. El aseo es muy importante, me lo decía mi mujer. Quiero causar buena impresión y no cometer los mismos errores. La escucharé con atención y me mostraré sensible y educado, como a ellas les gusta. Espero que esta noche tarden mi hija y esos dos mamarrachos. Por cierto, que todavía no sé cuál es el novio y cuál el amigo, como algunas veces abraza a uno y otras veces al otro... Pero yo no me meto en eso.

Ya suena el timbre...

Texto agregado el 20-08-2007, y leído por 83 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
02-10-2007 Me gustó, resulta cómico leer los pensamintos de un hombre como este, despreocupado. Lo has descrito a la perfección. gamalielvega
 
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