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Kilómetro 1500

Los 110 CV del 307 HDI responden a la menor solicitación de su pie derecho y van ingiriendo las curvas inversas de la autopista que lo llevan allá lejos hacia el sur. De tiempo en tiempo, en los peajes, toma un ticket o presenta su tarjeta bancaria. Las facturitas se van acumulando a su lado. ¿Adónde va? No tiene la menor idea preconcebida. Sólo decidirá su cuerpo. Espera una señal que no viene y el automóvil corre hacia el sur, con él a bordo, sin que sepa realmente por qué.

Esta tarde, cuando se abrieron las puertas del garaje concesionario en Nantes y le entregaron el coche después de firmar los papeles de la compra, le dijeron : "en este modelo, el mantenimiento es cada veinte mil kilómetros, pero después de cinco mil, sería prudente verificar los niveles y no le dé rienda suelta al motor antes de los 1500". Da una ojeada de sesgo al cuentakilómetros. Todavía falta. Es como si apretara un disparador en alguna zona de su cerebro. Acaba de descubrir el término de ese viaje repentino, inesperado, improvisado.

Nantes. Burdeos. La autopista desenrolla ante él su cinta reluciente de sol y él se esmera en enrollarla con la mayor regularidad posible para no hacerse arrugas en la cabeza. Tolosa. Es el atardecer.

Perpiñán. El Pertús. Apenas un quepis dormido al pie de una garita abandonada. ¡Cómo cambiaron los tiempos! Dos pinceladas de luz corren en la noche. Gerona. Barcelona. Francia está lejos ya. Tarragona. Valencia.

Un muy ligero olor a amóniaco le recuerda que sigue funcionando la climatización. Bizca hacia la pantallita del ordenador : temperatura exterior : 12° ; kilómetros recorridos : 1352. También vienen escritas la frecuencia de la emisora que desbobina su hilo musical y la hora. Lee : las 4 y 23. Pulsa en el mando, esperando que la máquina le diga desde hace cuantas horas ha salido, pero eso no figura en el programa. Tiene que hacer un esfuerzo mental para calcularlo : con una velocidad media de unos 130, y teniendo en cuenta algunas paradas fisiológicas, hará unas doce horas largas.

Le van pesando los párpados a pesar de los cafés que se bebió cada tres horas. Le quedan ciento cuarenta y ocho kilómetros. Su computador de bordo personal acaba de empezar una cuenta atrás que él ya no quiere parar. Pero, ¿y si le fueran a alcanzar los mil quinientos en medio del quinto pino, entre dos salidas ? ¡Cuidado! No había que caer en esa trampa. Fiarse del instinto, a pesar de todo. Del destino. De los números. Siente como una comunión entre él y la máquina, sin saber muy bien quién manda al otro.

1420. Alicante quedaría cerca ahora. ¿Sigue la autopista más allá, hacia Almería y Andalucía? Trata de reunir sus recuerdos de geografía ibérica y montañas áridas surgen a sus ojos. Pero la dinamita y el dinero de las hordas teutónicas y bátavas acaban con todo, le sopla una vocecita malintencionada. - ¡Te estás olvidando de todos los coches franceses que pasaste desde la frontera! Tiene que convenir en su fuero interno, que esta Costa Blanca en la que se ha internado también es el último suburbio de París : los bloques de pisos de veraneo brotan al sol desde hace casi cuarenta años y han rechazado allende la autopista los cítricos y las verduras de antaño ; allí los obreros con salario mínimo de Suresnes, Montreuil u Aubervilliers vienen a darse la ilusión de la holgura, bajo un sol de plomo, en conejeras en las que no querrían vivir en su país. ¡No están en el desierto todos los espejismos!

1460. En el resplandor del alba, el Peñón de Ifach, erguido en la orilla, vigila las villas señoriales de Calpe, escalonadas en las estribaciones de la sierra, mientras, a sus pies, decenas de inmuebles clonados intentan en balde izarse a su altura.

1480. Queda lejos el último café absorbido y va parpadeando peligrosamente. Decelera. Afortunadamente, en este país es rugosa la pintura de los arcenes y lo devuelve al buen camino cuando se aparta de la trayectoria ideal. Sabe que sólo un susto superior a los demás podría ya liberar en él la adrenalina capaz de despertarle del todo y llevarlo sin tropiezo al término de su viaje. De todas maneras, tiene que probar fortuna. A ella se remite.
1490. Faltan diez kilómetros. Salida Alicante 5000 m. Quiere ver el mar. Peaje. El Campello. Platjas. Por cierto, aquí se habla valenciano antes de hablar castellano. Calles paralelas de inmuebles de ladrillo con balcones alineados. Glorietas en construcción. Paseo marítimo.

1499. Sus ojos se van cerrando a pesar suyo. Al final de la avenida, una dirección prohibida y una calle que oblicua hacia el interior, para dar paso a un paseo marítimo cuyo enlosado imita los relieves de Vasarely. 1499,9. Entra en la primera calle a mano izquierda. Cien metros más.

1500. ¡Bingo! Pensión La Pepa. Apaga el motor. Y se cae dormido en el volante. Hasta que un timbre estridente le chirrie a los oídos. Probablemente impide que alguien salga o entre. Abre un ojo. ¡Qué barbaridad! La luz roja del despertador parpadea sin piedad. "Il est cinq heures et Paris s'éveille... "suena. La otra parte de la cama esta vacía y en la mano tiene la llave de su nuevecito coche...

©Pierre-Alain GASSE, abril de 2002. Derechos reservados.
https://pierrealaingasse.fr/esp/kmesp.htm

Texto agregado el 19-03-2004, y leído por 191 visitantes. (0 votos)


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