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Cierta tarde de verano, andaba la hormiguita transportando con esfuerzo un pesado grano de arroz a su hormiguero. “Menudo coñazo. Ya no estoy para estos trotes –se decía una y otra vez-. Pero debo seguir. Es por el bien de la comunidad”.

De pronto, a mitad de camino, la hormiguita oyó unos cánticos espantosos, lanzados al aire sin el menor talento. Curiosa, la hormiguita se acercó al origen de este escándalo. Los berridos provenían de la humilde casa de la cigarra, construida con cuatro hojas y un trozo de corteza de árbol situado sobre las raíces de un abeto. La hormiga no se pudo contener y echó un vistazo al interior de la casa por el hueco formado entre dos de las hojas. Asombrada, vio que la cigarra estaba bailando como si fuera subnormal profunda, por no hablar de los cánticos, que se asemejaban bastante al roce de unas largas uñas con una pizarra.

-¡Dios santo, esto es infumable! –se dijo la hormiguita- ¿Pero en qué leches está pensando? Debería estar almacenando comida y reforzando su casa para el invierno en vez de hacer el ganso. ¡Seguro que algún día tiene su merecido!

Y riéndose del penoso espectáculo que había visto, prosiguió su camino.

A los pocos meses llegó el invierno. ¡Y qué invierno! La nieve se acumulaba por las calles hasta cubrir casas enteras, mientras que las temperaturas impedían que cualquier ser razonable se aventurara a salir de casa. Pero la hormiga estaba hecha de otra pasta. “Esto no evitará que salga a hacer footing como cada día” –se dijo orgullosa. “Además, hoy pienso aprovechar y ver como sufre la vaga de la cigarra”. Pero cuando llegó al punto donde, varios meses antes, había sido testigo del peor concierto de la historia del bosque, la hormiguita no encontró nada. Tan sólo nieve y más nieve. “Se lo tuvo bien merecido la perezosa de la cigarra” –murmuró la hormiga con una sonrisa maliciosa.

Pero de pronto oyó unas voces que provenían del cielo. La hormiguita alzó la vista. No se creyó lo que vieron sus ojos. La cigarra le saludaba desde un balcón dorado que sobresalía de una mansión de mármol blanco construida entre las ramas del abeto.

-¡Ven, sube y charlamos! –gritó la cigarra risueña.

Pero cuando la hormiguita apareció en el tercer piso tras coger el ascensor plateado del árbol, la rabia que su diminuto cuerpo sentía era ya incontenible. Llena de envidia y con lágrimas en los ojos, se acercó a la cigarra, le cogió de la pechera y le empezó a gritar:

-¡Cuéntame como lo has hecho, maldita cigarra de los huevos! ¡Dímelo!
-¡Está bien, está bien! –respondió la cigarra con miedo. Y comenzó su relato.

“Sinceramente, estoy cansada de que todos mis familiares mueran en invierno muertos de hambre. Así que este verano me decidí a buscar un empleo. Pero soy una cigarra, sólo sé cantar. Sin embargo, los productores musicales me dijeron que tenía una voz comparable al sonido de la cisterna de un váter y un estilo de baile que les hacía perder las ganas de vivir.”

“Sin dejarme desmoralizar, llegué a mi casa y me grabé con la webcam para corregir fallos. Entonces tuve una idea. Colgué el vídeo en youtube. ¿Puedes creer que en menos de dos semanas se convirtió en el vídeo más visto de la semana con un millón de visitas?”

“Pero eso no es todo. Unos hombres de Fanta Naranja me ofrecieron una enorme cantidad de dinero por poder usar mis vídeos en su nueva campaña publicitaria. Así es como llegué a la tele. ¡Me hice famoso! Fuera donde fuera me pedían autógrafos, se hacían fotos conmigo... e incluso crearon un club de fans. Para entonces decidí renovar mi vestuario y comprarme ropa “fashion” con el dinero ganado. Tenía que estar a la altura. Así que agarré mi ropa vieja y la subasté en ebay. Entonces llegó el milagro.

-¿Milagro...? ¿Qué milagro?

-¡La peña pagó cientos de euros por mis camisas, miles por mis calcetines... y millones por mis gallumbos! Me convertí en millonario. ¡Qué digo! ¡Multimillonario! Entonces, como no sabía qué hacer con tanto dinero, compré diversos medios: una cadena de radio por aquí, un par de periódicos por allá. Y el negocio salió bien. ¡Construí un imperio mediático!

-¿Pero cómo? –preguntó la hormiga completamente anonadada. ¡Si apenas sabes leer! ¡No tienes conocimientos! ¡Eres el bicho más ignorante del bosque!
-Querida amiga hormiga... –dijo la cigarra con flema- Todo lo que necesitas saber está en la wikipedia.

Entonces la hormiga no lo aguantó más. Se arrancó una antena de su diminuta cabecita y se la clavó en la frente, terminando con su laboriosa vida

Texto agregado el 19-08-2007, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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