Desde el ventanal de mi cuarto, se divisaba perfectamente, su silueta. Y ella no solo era esa palabra de cuatro letras.
Cada uno de sus movimientos daba tanta vida a mi ser, sus ojos, sus pupilas, profundas, azules y serenas frente a una anaranjada atmósfera cubierta por la brisa de sus manos, que me envuelven paulatinamente desde el refugio de tantísimas partículas grises, mi ventana.
Tantísimas veces intenté acercarme a ella pero dude y fracasé siempre, dentro de la desventurada ventana, donde con un suspiro agudo, las cortinas gimen por tanta frialdad, por tantas solitarias auroras..
Jamás digas nunca, pero, nunca en toda mi inmortal vida, olvidaré su silueta, cuidadosa y perfectamente adornada por el único vestido escarlata, donde su pálida piel se tornaba a un color tan vivido, que vigilaron soles y lunas de invierno y primavera.
Recorrí el parque para acercarme, pero termine arrepintiendome. Después de tantas veces verla y no hacer absolutamente nada, un día, afortunado quizás, ella cruzo su mirada con la mía.
¡Dios! Tanto nerviosísimo dentro de mi. Tanto miedo y, pavor a su indiferencia.
- Hola, me llamo Abril ¿tú?.
- ...
- ¿Te gusta mirar mucho al parque, no? La mayoria de personas que lo hacen saben apreciar a su naturaleza, a su mundo. Tu debes ser así, por tu mirada, es insegura pero cálida. No me dijiste tu nombre.
- No miraba a la naturaleza, sabes.. no me transmite nada. Ojalá te alejes de mi por eso...
Te miraba a ti, Abril.
- Mucho gusto..
- El gusto es mío, créelo.
- Me alegro
En ese instante sonrió, y el parque se ilumino de su fragancia, tan sutil, tan pura y apasionada.
Y tenía muchos sentimientos confusos.
Y le grité, no fue tan romantico como susurrar al oído o hablarle con delicadeza:
- Siempre te busque. No pude. Pero ahora... no se. ¡Te estoy buscando!. Hambre de ti. Sed de ti. Tanto hacia ti. ¿Sabes? Quiero alimentarme de tus latidos, de tu voz. De tu alma. Pura y deseada.
- Oye..
- Espera. Deseo alimentarme de ti. Quiero oler a tu alma. Tengo ansias de susurrarte al oído, que eres la única, y hundirme hacia ti, contigo y para siempre.
Y no fueron palabras las que tuve como respuesta suya.
En ese instante, mis mejillas ardían; y sus manos se entrelazaron con las mías; y huímos. Corrimos rápidamente hasta que el viento golpeara nuestros rostros; y estabas agitada y yo también.
Corrímos hacia el más recóndito árbol. Nuestras sonrisas fueron las que nos llevaron al amor. Pausadamente te desvestí. Únicas fragancias rodearon tu pecho. Y compartí contigo, risas eternas.
Y ahora te susurro al oído.. como quise hacerlo ese día.
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