Julián llega frente a la casa de su mejor amigo, y pulsa el botón del timbre adosado a la pared, que tiene una melódica tonalidad; permanece estático, pensando, mientras espera que le abran la puerta.
No hay nada mejor que aprender de la obra de un maestro. Don Miguel de Unamuno es su avatar, y Niebla la obra con la cual más se identifica. Augusto Pérez es el personaje de una obra de arte por antonomasia; el ser mismo de una novela, que da cuenta del drama existencial del protagonista allende su mundo ficticio. Es la vida del sujeto, creada por un autor, pero que posteriormente va construyendo su propio camino y derrotero durante el desarrollo del argumento, orientado por una dualidad personaje-creador, que va dirimiendo cada paso del camino a seguir, razona febrilmente Julián, mientras aguarda.
- Hola Enrique, estoy escribiendo la tercera gran novela de habla hispana- le comenta de entrada, al saludarlo entusiastamente.
- Ya desvarías de nuevo, Julián - replica sarcástico.- ¿Qué te pasa que de repente desapareces? - ¿Por dónde andas? - Llamo a tu casa y siempre me dicen que no estás; te dejo recado, pero nunca los devuelves. -¿Qué onda, viejo?- pregunta inquisidoramente, y con un dejo de mal humor.
- Enrique, estoy bien, y más lúcido que nunca. Ya te contaré, a eso vine precisamente- responde apresuradamente Julián.
- Bueno, entonces, pasa, no estemos en la puerta; vamos al jardín y nos tomamos unas cervezas bien heladas- invita.
- Enrique, por favor, créeme, esta vez sí lo digo en serio. Lo estoy logrando-insiste Julián.
- Bébete una cerveza mejor, para que se te enfríe la cabeza, después hablamos- observa un dubitativo Enrique
- Redacto una verdadera obra, que sentará precedente como la novela española moderna por excelencia. Me baso en Niebla, pero no será plagio, pues ella es parte de nuestro acervo cultural, así como también lo es Don Quijote ¿Quién podría plagiarlos si ya conviven con nosotros?
- Hombre, ya me tienes harto con tus necedades presuntuosas. ¡Aterriza ya! Que el costalazo que vas a sufrir será enorme; mientras más te eleves, más caerás. Será una caída libre. Te despedazaras y yo voy a recoger tus pedazos para armarte de nuevo, pero con un nuevo cerebro eso sí- sostiene Enrique, cada vez más molesto con esta incómodo situación.
- No rezongues tanto porque dicen que del genio a la locura hay un corto paso- replica Julián, sin que Enrique capte si es en broma o en serio.
- Yo creo que para evitar tu locura, la única solución será hacerte una operación, como la que dieron en la tele, una lobotomía….Y lo digo en serio- asevera en un tono grave.
- Ahora eres tú el que habla tonteras. ¿Por qué no voy a ser capaz de crear algo que sea de por sí sea autopoietico? Porque en la poiésis, cuando extraes del no-ser, al ser que desvelas, tú sabes cuándo y dónde se empieza, pero no sabes su término; es una espiral en la cual se involucran creador y creación, en un acto lúdico tal que los roles se van intercambiando a medida que se va desarrollando el argumento, es un juego donde nadie gana, como dijo Borges-manifiesta Julián, poniéndose también serio.
- ¡Quieres hablarme en castellano de una vez por todas! Ya estoy harto de tus disparates- rebate enojado y alzando algo la voz.
-No es que me jacte de tener genio e ingenio sino que, simplemente, me he lanzado en esta aventura para ver adónde me lleva, y si tú no eres capaz de entenderlo es porque estás demasiado pragmático, aburguesado; y por ello, sólo entiendes por útil aquello que tenga un valor de cambio inmediato. No, no, mi amigo, esa no es la idea; esto es creación pura, tiempo para pensar en sí mismo, dedicarse a ser, creando, tal como lo hacían los antiguos griegos y por ello se inventaron todas las ciencias. Ya tengo casi lista la novela, y quiero que seas tú el primero en leerla para que me des tu opinión- le propone vehemente.
- Bueno hombre, perdóname, es que de repente sales con cada cosa últimamente que ya me tienes curado de espanto. ¿Dónde quedó aquel Julián preocupado del fútbol y de las mujeres, nada más? Se fue para siempre, parece- dice Enrique, más para sí mismo que para Julián
- Así es, hoy estoy dedicado de lleno a la literatura.
De pronto suena el teléfono. Enrique entra a la casa y contesta.
- Aló, aló………Enrique, no digas mi nombre en voz alta, soy la mamá de Julián- susurra una voz preocupada.
- Sí, de todas maneras- articula ambiguamente Enrique
-¿Está ahora él contigo?-pregunta su madre
-Ah, eres tú Aníbal, sabes quién apareció por aquí, No. Bueno, es nuestro ingrato amigo Julián, salió de la nada y tocó el timbre. Claro, yo le daré tus saludos.- comenta, disimulando la verdadera conversación
- Por favor Enrique, distráelo un rato que yo voy para allá, pero que no se de cuenta por favor, después te explico- fue lo último que dijo la mamá de Julián antes de colgar.
-Vale, lástima que no puedas alcanzar un rato por aquí, adiós.
-¿Quién era?-consulta Julián
-Era Aníbal. ¿Te acuerdas de él en el cole…?. Uno flaco, con cara alargada y bien desgarbado. Ahora estudia medicina. Te manda saludos.
- Ah, sí, me acuerdo de él, pero hace años que no lo veo ¿lo frecuentas? A veces comentábamos libros, en esos años era buen lector; no como tú, que nunca has leído un libro completo y me pedías los resúmenes a mí - menciona Julián.
- De vez en cuando lo veo, pero a ti gusta leer, así que no hay ni hubo problema alguno. ¿Apeteces otra cerveza?- le ofrece, eludiendo un discusión, mientras se dirige hacia el refrigerador, ubicado en la cocina.
Diez minutos más tarde se siente el melódico timbre de la puerta.
-Deja Julián, que yo iré- anuncia Enrique, y decidido, se levanta muy rápido; enfila rumbo a la puerta de entrada, y la abre.
- Shhh…no digas nada y déjanos entrar por favor- le pide silenciosamente la mamá de Julián. Detrás de ella vienen dos musculosos enfermeros, quienes le preguntan a Enrique por su amigo.
- Adelante, pasen. Estamos en el jardín - alza la voz, en tono amistoso, para que Julián escuche y no se alarme.
Los dos enfermeros, acostumbrados a estas lides, se acercan rápidamente a Julián y lo toman por los hombros, inmovilizándolo. Le ponen una camisa de fuerza, y lo llevan hacia la ambulancia, que los espera un poco alejada de la entrada de la casa.
Estupefacto Julián, no atina a nada y se deja conducir tranquilamente. Entra a la ambulancia y desaparece de la vista de su madre y Enrique
-Lo siento Enrique, tú sabes que mi pobre Julián está mal pero muy mal. Durante la mañana se escapó de la Clínica y creímos que vendría aquí.
- Sí, fue lo primero que hizo, deseaba que leyera su novela
-¡Supongo que no hizo ningún destrozo! – afirma la madre en vez de consultar.
- No señora, no se preocupe.- la tranquiliza. -Aquí estuvo muy tranquilo, algo excitado eso sí, casi eufórico diría. Me contó que casi tenía terminado una gran novela.
- Bueno Enrique, esa fue y sigue siendo la raíz del problema de Julián. Se afanó tanto para escribir algo bueno que terminó en crisis nerviosa, luego con psicosis. Todavía cree que debe hacer la novela a cómo de lugar, porque es su responsabilidad con el mundo hispano. Y como no ha podido ni podrá crearla jamás, se evade a otro mundo. José, mi marido, y yo estamos preocupadísimos por él, ya no sabemos qué hacer. Así que optamos por seguir estrictamente las recomendaciones médicas y cuando se arranca, que es a menudo, lo llevamos de vuelta a la Clínica para que siga en tratamiento.
- Menudo problema está causando con su tontera ¡No se le vaya a secar el seso también!- parlotea nervioso, sin saber realmente qué le conversa a la mamá de Julián. Decide callarse antes de seguir diciendo tonterías o comentarios en voz alta, que pueden malinterpretarse.
-Gracias por todo, nuevamente- le reitera la mamá de Julián cuando se retira, dejando a Enrique de una sola pieza.
- Diantre, quién lo diría, se ha chalado por completo. ¡Por eso que yo no leo nada ni escribo tampoco! Porque para dar y tener, seso es menester. O se termina como Julián- se planteó muy convencido Enrique, y luego bebió otra cerveza.
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