no lo vi venir. era enorme, invisible. todos lloraban, oraban, pedían al dios de la bondad el perdón de todos sus errores, pero seguía moviendo todas sus realidades buenas o malas. me hice a un lado y pude ver unos rayos de coloz azul eléctrico, luego vi que el cielo oscurecía mas, o no, era algo como un abismo lunar. es el fin, me dije, pero, ¿tan suave fin? ¡no puede ser...!. todo empezó a calmarse. las luces y las caras cotidianas volvierona encenderse. fui hacia mi auto y vi que todos llamaban por el movil, mientras lloraban de alegría por un susto que unía más y más a todos los seres vivos que amaban... manejé hasta llegar a mi casa, no estaba mas. era una torta aplastada. fui a la iglesia y lo mismo. a su lado, fieles enterrados con sus biblias y cadenillas en sus manos. el mar tocaba la puerta negra de la noche. es el fin, volví a pensar... una ola inmensa llegó hasta aplastarme, por suerte no me arrastró, estaba en mi auto. quedé enlodado en un charco de agua, así como otros autos con sus luces encendidas. bajé y el cielo empezó a llenarse de luces azules, más crueles que nunca. es el fin, volví a pensar. caminé entre las aguas, pero no como el buen cristo. me mojé todo pero salí a la superficie y pude ver a la gente que con sus caras mudas y arañadas por el susto, pedían algo que no podían tener... salí de aquel lugar y pude verlo todo. era un terremoto, uno hermoso por su crueldad, y, vivo, le miraba a la cara...