Escapar. Esa había sido la consigna de su vida en los últimos ¿cuatro? ¿cinco meses? No sabía.
El tiempo era para él sólo movimiento.
No había más parámetros para marcarlo que la luz o la oscuridad.
Los otros eran meras figuras que se movían a su alrededor y a los que había que observar atentamente. Vigilar para no ser vigilado.
Cualquiera que lo mirara por más de tres segundos, se constituía en un potencial peligro.
Y ahora, el hombre sentado frente a él, parecía dormir. Pero él estaba seguro que solo fingía.
No podía arriesgarse. Sin pensarlo más se levantó de su asiento, salió a la tarde que lo recibió con los brazos helados del invierno y recomenzó su eterna huída.
Sintió que no sólo huía de sus perseguidores reales.También lo perseguían sus propios demonios.
Texto agregado el 16-08-2007, y leído por 350
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Lectores Opinan
28-01-2009
Me queda un sabor a poco. Es hora de que nos regales algo mas extenso de tu amena narrativa...Walter gerardwalt
16-03-2008
Se puede huir de los perseguidores, mucho más difícil es escapar de la culpa. Fantástico tu texto. Felicidades y 5 estrellas. jau
05-03-2008
En total acuerdo con ese final tenebroso que llevamos todo dentro de nuestra conciencia que algunas veces nos traiciona. alegreincer
19-11-2007
Nunca puedes huir de tus propios demonios ni tendiendo mil trampas, por todo lo demas si puede intentarlo. 5* arcangel_solar