Con una insuperable precisión horaria, quince minutos después de hacer el amor, la flamante cocinera carioca contratada por Renata, nos aproximó hasta la habitación, mas precisamente hasta la cama, una fuente con abundantes añolotis al scarparo, pan caliente y un picante formaggio rallado grueso. El vino, un Gala Mágnum de Luigi Bosca, totalmente inapropiado para dicho menú. Motivo por el cual le solicite a Mabú (así se llama la bella veinteañera, encargada de la cocina) que nos provea de un Cadus cabernet de bodegas Nieto Senetiner, preferentemente joven.
Antes de retirarse Mabú, evitando mi molestia de levantarme, lavó mis genitales con una toalla mojada y muchísima delicadeza. Delicadeza que me provoco una erección de 25 grados ante la timidez de la joven y la sonrisa picarona de Renata.
Almorzamos con muchísimo entusiasmo mientras oíamos a Maria Callas. Nos contamos chistes verdes, reímos mucho e hicimos planes para la cena. Renata pretendía hacer preparar un Strudel de verdeo y mollejas con salsa de rúcula y tomate cherry,mientras a mí, me seducían los mariscos. Finalmente optamos por los frutos de mar, especialmente el pulpo y la centolla. Dimos estas indicaciones a Mabú cuando se presento a retirar la vajilla y dejar el postre, no sin antes, hacerla sentar al pie de la cama y solicitarle que me muestre sus jóvenes y delicados pechos. La muy bonita cocinera de labios sensuales y carnosos, miró a Renata, que con un gesto, autorizo complacida mi tierno pedido. Los senos morenos resultaron ser grandes y redondos con pezones inmensos y endurecidos. Le pedí que se acercara para tocarlos. Coincidíamos con Renata, que el sexo era una muy buena idea para pasarla bien entre comidas. Desabroche un poco mas su blusa, los tome y los junte con mis manos que parecían pequeñas. Le pregunte si podía olerlos y me lo permitió con una risita nerviosa. Olían a provenzal, esto ya provoco en mi, otra erección, en este caso de 60 grados. Arrebaté crema chantilly de un bol y unté los marrones pezones. Renata hizo lo propio sobre mi erección. Nos devoramos la crema con absoluto regocijo pero sin egoísmos al permitir que la joven ocupe el lugar de Renata para finalmente quedarse con lo último de la crema en sus labios, con una inesperada maestría.
Desmoronada mi erección, fue Renata quien aportó la toalla mojada. Primero limpio los labios de la niña y luego mis genitales. Acto seguido, acomodé los almohadones, y me introduje entre las sabanas en busca de mi merecido descanso aguardando la hora del pulpo, la centolla y un excelente vino blanco bien frapé. Al irse, oí por lo bajo que Renata y Mabú planeaban enternecerme con el postre de la noche.
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