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“Las rojas son las más dañinas, más de cuatro te partirían el hígado”, me dijo Patricio que había dicho el Doctor Montánchez esa tarde. "Pero si hubieras llegado a combinarlas con las verdes..."
Y tras reflexionar unos segundos concluyó : “No lo contarías, te juro que no lo contarías”.
Y días más tarde fue lo de la congregación, el grupo del padre Ignacio, no es que me lo impusieran, pero parecía una conclusión natural de mi indiferencia por seguir viviendo de esta manera o adelantar irremediablemente el dia de mi adiós, que por otra parte –Montánchez nunca me lo había ocultado- no estaba tan lejano ya que como mucho viviría unos años más.

No lo he dicho antes, yo soy un monstruo. No un monstruo en el sentido literario, sino literal, de nacimiento, padezco una enfermedad que ha deformado mi cuerpo hasta dejarlo en una apariencia apenas humana. Mi cabeza se expande por la generación de un líquido que debe ser periódicamente drenado para que no crezca infinitamente, mi cuerpo se encorva inclinado hacia mi derecha donde mis extremidades –brazo y pierna – son desproporcionadamente más cortos que sus pares de la izquierda; todo yo soy un espectáculo pavoroso y temido.

El padre Ignacio es una buena persona, insiste en que Dios ama a todas las criaturas que son fruto de su creación, pero yo creo que no lo cree de verdad. Yo pienso que Dios no ama sus errores sino sus aciertos, yo soy la obra malnacida que el pintor no enseña, la de la tinta volcada por accidente, la del lienzo humedecido, la que no es ni boceto, el pintor muestra y ama toda su obra pero esconde sus errores, sus accidentes, sus bocetos fallidos para deshacerse de ellos en la intimidad de su taller... El padre Ignacio escucha con los ojos llenos de lágrimas e insiste en que somos todos iguales, todos hijos de Dios...

"Las pastillas verdas son fuertes anticoagulantes y sabes que sufres de hemofilia, es como tentar a un león con carne humana", -decía aquella tarde Montánchez mientras se paseaba nervioso por la habitación, el día del lavaje de estómago. "Pero la combinación de verdes y rojas te podía haber fulminado, como un freno de mano en un coche sin control, habrías quedado paralizado a merced de un shock cardíaco o respiratorio, el primero que apareciera... o ambos... O ambos!", repetía Montánchez mientras surcaba mi habitación de hospital y mi estómago se vaciaba por medio de unos tubos de plástico...

A Patricio le gustan las mujeres y él también logra gustarles. A mí me encanta que me cuente sus historias de conquistas y rechazos, sus estrategias exitosas y sus fracasos estrepitosos. Pero en general gusta a casi todas, con su cuerpo atlético, su buen hablar, su mirada pícara y el mechón de pelo castaño cayendo en diagonal por su frente. Cuando alguna le gusta de verdad, la trae a casa o al portal, para que yo pueda verla y darle mi opinión. El preferiría presentármelas pero yo ya no quiero, después que varias novias le abandonaran tras verme. Las razones argumentadas son tantas como colores existen, pero Patricio y yo sabemos que huyen por el terror a engendrar un dia un ser como yo, fruto de los genes que mi hermano y yo compartimos.

A mi también me gustan las mujeres o por lo menos eso creo cuando siento esos cosquilleos que a los veinte años todos los chicos sienten, cuando Patricio me cuenta alguna de sus andanzas deteniéndose en detalles como el color o la textura de la ropa interior de su última conquista, su forma de moverse o lo que ella le niega para aceptárselo más tarde...

Y Patricio también sabe que me gustan las mujeres. Por eso siempre me dice “a ver cuando te atreves” y los dos sonreimos sabiendo que es una ilusión irrealizable, pero nos hace gracia y reimos y yo no puedo reir mucho porque puedo sangrar de los labios me dice Montánchez pero yo creo que tengo derecho a sangrar un poco y nos reimos igual.

Y hoy es el dia de mi cumpleaños, cumplo 20 años y sé que es un dia importante porque Patricio me ha traído a esta habitación de hotel tan bonita y moderna, que tiene tele y frigobar y aire acondicionado y me ha hecho tenderme en la cama, me ha ayudado a desvestirme y me ha dejado aquí, con mis calzoncillos asimétricos esperando, mientras lo veo conversar con una mujer hermosísima a través de la puerta entornada. Ella está apenas vestida, con un sujetador, ligueros y bragas blancas y yo siento mi corazón latir a un ritmo vertiginoso, mientras miro los ademanes de ambos. Patricio entra en la habitación, me besa en la mejilla y oscurece la luz marchándose sigilosamente. Entonces ella se acerca, se quita de espaldas el sujetador y se sienta en el borde de la cama frente a mí. Me pasa dos dedos suaves por mi frente interminable y yo cierro los ojos para sentirla más cerca. Pero cuando los abro no la veo, ni la siento cerca. La puerta todavía entornada me la enseña discutiendo con mi hermano con palabras que no llego a oir enteras, los pechos aun desnudos y la cara bañada en lágrimas. “No puedo, ni por todo el oro del mundo” alcanzo a oir entre llantos y entonces corre hacia algún lado que ya queda fuera de mi radio visual. Patricio va detrás de ella pero sin convicción y yo me quedo sin fuerzas, tumbado, mis dedos jugando con el frasco marrón que gira y gira enseñando las pastillas: ahora las verdes, ahora las rojas....

Texto agregado el 18-03-2004, y leído por 358 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
01-06-2004 Tremenda la historia, suerte haber dado con ella, muy bien llevada sin dar nunca el salto a lo irremediable, cuidada la dosis de ternura del hermano, balanceando muy bien. Saludos. Cardon
21-05-2004 He venido invitada por el colega Campos Carles, y he quedado ampliamente satisfecha. Un texto profundo de significaciones extremas. Gabrielly
07-04-2004 Intenso y de monstruosa ternura. Espero pronto otra muestra de tu talento suninmymouth
22-03-2004 ¡Qué bien llevada esta tremenda historia! ¡Qué fuerza le da el contarla en primera persona! ¡Qué ternura la de Patricio! Me quito el sombrero. Mis estrellas. juanrojo
22-03-2004 Ay qué historia tan fuerte... Fuerte por lo que nos produce un ser como el que describes, sobre todo a la hora de tener sexo con él, pero también por lo que siente esa alma encerrada dentro de un monstruo y sin otra escapatoria que matarse de una vez o en agónicos rechazos en cuotas. Es muy bueno tu texto, en el argumento, las imágenes y el desfile de emociones por el que nos llevas de la mano. Estrellas para vos, papá de Alejandra. Todo un placer visitarte. Morana
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