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¿Has visto a T?- preguntó agitado y muy desesperado, la había cogido del hombro agitándola con violencia.

¿Qué pasa, ocurre algo malo?- le dijo la chica, sin responderle, muy sorprendida por el comportamiento de su amigo.

¿Has visto a T?- volvió a preguntarle con impaciencia.

No, no lo he visto desde ayer, llámalo al celular.

La miró con un gesto terrible que demostraba su desesperación y su enfado ante algo tan obvio.

Claro que lo llamé, pero no contesta, si le ves dile que se comunique conmigo es urgentísimo- dijo apresurado y se fue corriendo.

¿Pasó algo?- preguntó ella, mientras lo veía alejarse; pero el nunca le respondería.

Se detuvo, luego de unos minutos, tomó un poco de aire, sacó el celular, marcó, nuevamente, el mismo número y le respondieron al instante.

No lo puedo ubicar, pero qué pasa dímelo.

¡Carajo! Acaso no eres su hermano, tienes que ubicarlo... tu-tu-tu-tu

Cortó la llamada y volvió a ver el reloj eran las 12: 30, se sentó un momento apretando el reloj entre sus dedos como queriendo detener el tiempo, pero sabía que su plazo se acortaba irremediablemente. Tal vez está en el restaurante, pensó, sin decidirse a ir para allá. Puedo correr hacia mi casa está más cerca, aunque es poco probable que haya regresado, siguió cavilando.

Sabía que era arriesgado ir al restaurante; pero ya no tenía más remedio debía ubicar a T. Corrió, a pesar de su agitación y cansancio, con las fuerzas que le brindaba la adrenalina que discurría por su cuerpo como un torrente silencioso y ardiente. Resbaló, se raspó la rodilla, se levantó y siguió corriendo, en su situación no había espacio para dolores, ni lamentos.

Abrió la puerta con fuerza, ya no le importaba disimular su llegada. Al verlo Antonio, el gordo y siempre sudoroso dueño del restaurante, empezó a bufar como un toro rabioso.

Hijo de puta, a ti te estaba buscando- gruñó el gordo Antonio; mientras blandía un enorme cuchillo de cocina y se apuraba a alcanzarlo.

En el lugar todavía se podían ver los signos de lo que había ocurrido el día anterior: las sillas destrozadas, los pedazos de vidrios rotos todavía sin recoger y las manchas de sangre mal limpiadas.

Dio un vistazo para asegurarse que T no estuviera allí y luego volteó y salió raudamente rumbo a su casa, el reloj de pared del restaurante daba las 12:58. Había avanzado unas cinco cuadras cuando el gracioso timbre de su celular hizo que se detuviera y lo observara, tenía un nuevo mensaje, suspiró resignado antes de abrirlo, finalmente, abrió el mensaje, era lo que esperaba:

“Se terminó el plazo” TALM

Se sentó, ya no tenía sentido seguir corriendo, observó a su alrededor con melancolía, todo era igual, la basura en la calle, los mismos perros flacos de siempre en busca de comida, el mismo pillo de la esquina vendiendo hierba a unos atolondrados adolescentes, todo como una fotocopia de los días pasados.

Cerró los ojos, sintió una brisa tibia acariciando su rostro, quiso sonreír, pero no lo hizo. Él vendría a buscarlo.

Texto agregado el 16-08-2007, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-08-2007 La idea general muy buena. Falta afinar un poco en redaccion y a mi manera de ver sustituir algunos adjetivos. Seguire leyendote. mundoaparte
 
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