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Oye John,hoy es un buen día.


Oye John, hoy es un buen día ,verdaderamente bueno, con el sol allí arriba, mira esos campos repletos de pasto amarillo y cómo brillan esas bronceadas espigas de trigo por todos lados.

Sí señor, esos campos cultivados con estas manos,estos hombros y la ayuda de Joel,mi hijo mayor,el que anda entre los árboles allá lejos, en el río.
Y esos caballos que aparecen de cuando en cuando por el horizonte que quema y se esconde detrás de las montañas.De esas montañas... del otro lado se va a Arizona.
Tierra de gente mentirosa.
Verás, tengo,bah, tenía una tía allí.
A veces se me daba por arrear ganado de otros propietarios,de un tal Luke Adams,lo has oido nombrar?
Sí, el tal Luke a mí y a unos cuantos más,nos daba una buena paga por pasar esas montañas,las mismas que tú estas viendo hijo,así de altas eran y así de altas serán cuando me muera y cuando mueran todos los de estas tierras y si de algo sirven esas montañas azules,que encierran tanto secreto,es porque no son como las personas,siempre se matienen enhiestas,altivas y nunca te mentiran,tenlo por seguro.

Pues la cuestión es que andaba yo cruzando las famosas montañas cuando me entero que mi mujer va a ser madre, pues que yo la habia dejado aquí mismo en el rancho al cuidado de Ann, tú la conoces,la mujer del Obispo,el irlandés de los cabellos rojos como la grana.
Y yo,tú sabes como soy yo y cómo era,siempre un mujeriego..que tenía entre otras cosas a mi chica esperándome en Arizona,en una cama tan dulce como este sol de verano que nos quema,John.
Y Ellen,de ella hablo,me estaba esperando con la comida preparada porque esa noche iba a ser una noche especial, a eso de las nueve iba a llegar,la hora donde en esas tierras recién las gallinas se empiezan a preparar para descansar,y el murmullo de los arroyos se aquieta hasta convertirse en una letanía que te envuelve y te acomoda para dormir unas diez horas seguidas.Y yo,tan cansado, que cuando llego a la casa ni siquiera me doy cuenta que estaba a oscuras.

La puerta sin llaves ,pues que la abro y me encuentro con que sólo quedaban unos muebles arrumbados en un rincón oscuro y una carta sobre una mesa,la misma que usaba Ellen para servirme el tocino y los huevos.Todavía sentía el olor a la comida fresca pero era que ella no estaba allí y me dice en un mal acento que se iba con otro hombre, que se había cansado de esperarme siempre, que se había cansado de ser mi amante.
Que se le habian acabado las mañanas sin mí.
Y las tardes mojadas con su llanto.
Y las sábanas empapadas con nuestros sudores.Y mi olor.
Y que al diablo con todo eso, que ya estaba bueno.
La tinta estaba caliente,como si recién la hubiera escrito,te lo juro, John.
Dejé el papel hecho un bollo sobre la mesa.Kitti,la gata,pasó corriendo desde abajo de la cocina,y salió al patio de atrás.
Parecía que también quería librarse de mí.
Me senté en una silla negra como mis pensamientos.Luego pensé-quizás la tía supiera algo- y fuí hasta su casa que quedaba a unas cinco millas.
Todos se conocian en aquellla epoca John,no es como ahora que cada cual da vuelta la cara como si estuviera protegiendose del sol pero es para no saludarte.
Pues que llegué a lo de la tía Berta,una mujer extraña,que huyó muchos años atras de un país de Europa que ni conozco,y voy y le pregunto y ella no me quería decir nada ,tenía sus razones,sabía de mi aventura con Ellen.
-Se fué ayer-eso es lo que dijo.
-Sabe donde?
-No.
Y me miró con esos ojos azules como esas montañas,me miró fijamente John, que me quedé helado,sin poder decir palabra,parado en el porch de ese viejo rancho.
Me despedí.No pregunte más nada.No era el caso.
Volví a caminar las cinco millas,pues no tenía dónde dormir.
Así que pasé la noche,una de las noches mas tristes de mi vida,tú me sabrás entender,sentado en el sucio piso de la cocina,donde tantas veces hablábamos,cocinábamos juntos,pensábamos en nuestro futuro.
Porque yo ya lo tenía decidido,pensaba dejar a tu madre.
Me acuerdo cuando le dije que iba a tener un hijo.
Me miró como si fuera la primera vez y no me conociera.
Y fue allí donde me mintió,como todos los de esas tierras.
Me mintió como a un chico.
-Te esperaré,Nick.Y nos iremos lejos.Lejos de estas montañas pues que no puedo soportar que tú estés detrás de ellas,que si fuera por mí las sacaría de la tierra,las convertiría en polvo.
Preferiría ver tu casa que tener esta cortina de piedra entre los dos,créeme.
Ven a buscarme.


Dormí un poco,recostado contra la pared de madera descascarada.Un rayo de sol trataba desesperadamente de hacerse ver,buscándome entre las tablas del piso.En un costado,una tapa de la cafetera marrón,sin lavar, estaba esperando su destino final.El armario de la cocina,pintado de verde,se confundía con la pared como un habitante extraño y escondido detras de una columna.
Me levanté y salí.
Sabes?por esos lados las mañanas son tan frescas como aquí.
Eso me reanimó un poco.
John Duggan,lo conoces,pasó por mi lado y me dijo-vamos Nick,ven a tomar un café con nosotros y deja los malos pensamiento para otros momentos.-

Y me fuí sin mirar atrás.
Dejé las azules montañas.
Las camas calientes.
La pasión abrasadora.
Dejé que el invierno me atrapara, John.
Pues sabía que,de todos modos, la vida continuaba.

Y te vine a conocer.



Texto agregado el 16-08-2007, y leído por 178 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-10-2007 ¡Si! Bola_
 
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