La Muerte
Cuando mi madre falleció hace ya varios años, acompañé su féretro juntamente con un matrimonio amigo al cementerio. Se hicieron todos los trámites, al mes me escribieron que encima de la tumba había una losa de cemento con su nombre, que si no la quería cambiar por una de mármol tallado y no se cuántas chucherías más. Llamé para decirles que agradecía su oferta, pero que no me interesaba, que la losa de cemento estaba bien.
Después del día del entierro nunca más fui al cementerio, porque el despojo de huesos y carne sin espíritu o alma que yace ahí abajo no es mi madre. Era solamente un vehículo para que su espíritu pudiese actuar en lo físico, en la tierra. Ese físico que después de cierto tiempo iba a desaparecer y quedar un montón de huesos, sin fisonomía, anónimo, si no fuese por su nombre en la lápida. Mi madre está dentro de mí, en el recuerdo que tengo de ella, bueno o malo según las circunstancias. Tampoco entiendo a las personas que una vez al año en el día de los difuntos, llevan un ramo de flores para adornar la tumba. Me pregunto ¿Para que o quien? Si ese día es el único día en el cual piensan en su ser querido, y que por que la tradición así lo marca llevan flores (en los países occidentales, en otras regiones llevan comida), mejor que se ahorren el camino y el tiempo lo llenen con una distracción más amena.
Nosotros le tememos a la muerte, ¿será porque no sabemos lo que viene después? Pero bajo ciertas circunstancias la anhelamos, ya sea por una enfermedad muy dolorosa que no tiene cura, por una edad muy avanzada en la cual se vegeta pero ya no se vive, por un dolor espiritual que no se cree poder sobrellevar. Pero la muerte no viene cuando uno la llama, ya hay que ir a buscarla.
De todo se hace un comercio, también de la muerte. Están los féretros de lujo, acolchados, (falta solamente adentro el televisor.) Está el cementerio privado, donde el lugar más caro es con vista. ¿Para quién, para el difunto? Ah, si claro me olvidé, es me imagino para el quien va a visitarlo una vez al año. Es para que disfrute del entorno, mientras seca con un sollozo una lágrima que tarda en salir.
Cuando se le muere a una persona un ser querido, están aquellos que le echan la culpa al ido por haberlos dejado, o exclaman entre lágrima y lágrima, “y ahora que voy a hacer yo sin él/ella”. Repito para que no se olvide “que voy a hacer YO sin él/ella. Es una queja completamente egoísta. Voy a quedarme sola/o. Si es una viuda y la mayoría lo son; ¿como voy a poder lidiar con todas esas cuentas, y la hipoteca, y no se donde puso los bonos y cuando vence tal o cual compromiso. ¡Oh, estoy perdida! Y si es él el viudo; quien me va a cocinar ahora, lavar la ropa, plancharla, y cuántas más cosas que ella le hacía.
A nadie se le ocurre en esos casos pensar, que la hora para despedirse de este mundo le había llegado, y que de lo único que debía era preocuparse si ese ser que lo dejó había llevado una vida digna o no. Y con digna no significa haber sido la esclava del esposo y de los hijos y más tarde de los nietos. De digna titulo una vida que cuando el aire aún llenaba sus pulmones, sembró semillas positivas, para que la recordaran no por madre, esposa o abuela, sino por un ser maravilloso que alumbraba todo alrededor de ella. Créanme hay muy pocos de esa clase, aunque la mayoría pone en un pedestal a ese fallecido a pesar que más de una vez deseaban su muerte. Escuchen solamente lo que los políticos hablan de otro que murió. De ese mismo muerto que mientras estaba vivo le achacaban cualquier barbaridad en contra la patria. Una vez muerto lo adornan con unas alas de un ángel y casi salvador del país. Nunca oí más falsedades que cuando los políticos hablan. Además les encanta escucharse hablar. Si pudieran aplaudirse ellos mismos, seguro que lo harían.
El que sabe que no existe la Muerte, el que tiene la certeza porque así lo ha oído y leído en muchos libros y cada vez más por médicos que no temen hacer el ridículo delante de sus colegas, no le teme. No quiero decir con eso que la anhela, pero sabe que la Muerte es la continuación de la Vida. Que en el momento en el cual nacemos ya estamos predestinados a morir, unos antes otros después. Que la Muerte es una oportunidad que la Vida nos da para tratar de hacer lo mejor en la próxima encarnación.
Por lo tanto debemos tratar de sembrar hermosas semillas mientras vivamos porque solamente ha muerto aquel en el cual nadie piensa más.
Agosto 2007
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