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CAPÍTULO UNO

Habian discutido. Fue una tonteria. Julia insistía en que habian quedado a las siete y veinte, Edu se defendía con que ella le dijo: a las seis, vente y estuvo esperándola más de una hora, hasta que se marchó enfadado. Ninguno tenía cobertura.

Cuando consiguieron hablar por fin, ya daban más de las diez. Pero eso era relativo, puesto que la hora no la "daban", y les iba a pasar la factura muy pronto.

En media hora Julia mandó a Edu a freír espárragos. Y justo eso fue lo que se hizo Edu para cenar, pero se le quemaron. Entonces comió una triste manzana después de lavarla con lagrimas. Así era el mosqueo de ella, así de sensible era él, y así de reluciente quedó la manzana.

Como era viernes decidió ir al pueblo para relajarse, puesto que el pueblo no acudiría a él. Cogió el coche, luego lo soltó porque pesaba, y acto seguido entró en él con cara de velocidad.

Era una hora de viaje hasta el pueblo, pero se le hizo eterno dadas las circunstancias. Cuando llegó a aquel silencioso cúmulo de casuchas, sólo le recibieron dos gatos, una cucaracha y cien mosquitos, los cuales tenían planes para con él esa misma noche.

Al día siguiente se despertó peor que mal, si es que llegó a dormir. Después de desayunar una madalena más dura que una piedra, y que le hizo morderse la lengua, pensó aquello de:
- Ya no me puede ir peor.
Y suceció. Sucedió que con un gran estruendo de cristales y madera y cráneo, le entró por la ventana de la planta baja medio cuerpo del cartero.

-¡Que buena idea!¡ Le escribiré una carta a Julia!- Dijo al ver al desmayado y anciano cartero. Al pobre hombre se le había descontrolado la bicicleta y no consiguió impedir el accidente.

Le sacó de ahí, le curó las heridas y le invitó a una madalena del jurásico que el pobre hombre no pudo masticar. Avisó por teléfono del accidente de Antonio el cartero y un suplente recogió las cartas allí mismo.

Le indicó a Antonio donde podia echarse a descansar y estirar las arrugas de la frente. Mientras el sufrido cartero se quedó en la cama, Edu escribía una carta de amor. La carta más pesada que haya escrito nadie jamás. Tan sólo eran tres folios a doble cara, pero iban muy cargados de sentimientos.
Quería reconciliarse con Julia y puso en cada palabra su corazón, sus neuronas, sus lacrimales y sus nervios nerviosos. Todo ello sin olvidarse de los puntos de las íes y de los rabitos de las jotas, porque como todos sabemos... una jota sin rabito es poco más que una "i". Cuando terminó de escribir fue al cuarto donde había dejado a Antonio. Se lo encontró tumbado pero despierto, a punto de levantarse. Se encontraba mucho mejor y al ver la carta en la mano de Edu preguntó por ella. Entonces se ofreció a llevarla a correos.

Después de verificar que la bicicleta funcionaba le dió las gracias a Edu y se despidió de él.
Edu esperaría pacientemente una respuesta por parte de Julia. Concretamente de la parte de la cara que se llama boca y sirve para comer y, en ocasiones, para hablar por teléfono.


CAPÍTULO DOS

Llevar la carta hasta correos fue toda una odisea. Lo que ocurrió es mas o menos esto:
Antonio no llevaba siquiera tres minutos y seis segundos de camino cuando se dió cuenta que era muy costoso avanzar con la bici. Acababa de dejar una cuesta arriba, pero ya estaba en llano. Pensó que la bici pesaba mucho, o que el estaba ya mayor y fue pensando en su jubilación hasta que al final la bici se detuvo. No hubo manera de avanzar y reposó un poco con los pies en el suelo.

Vió por entre el maletín de la bici la carta que debia entregar y al intentar cogerla se cayó al suelo de cabeza. Le costó horrores recoger la carta, de tanto que pesaba. Cuando la tuvo levantada comprendió muchas cosas. De la misma manera que empleamos palabras para describir cosas que no son visibes, como la "esperanza", existen pesos para describir palabras que no apreciamos suficiente.
Esa insignificante carta debía pesar como un monovolumen o como un elefante tuerto, quizá algo menos.
Supo entonces que esa carta debía llegar a su destino como fuera. Se puso la gorra e hizo fuerza con el pelo para anclarla en su sitio. Se apretó el cinturón y después de inspirar hondo comenzó a pedalear con todas sus fuerzas.
La bici se movióy así prosiguió su camino. Lo que viene ahora pasó muy rápido, pero lo intentaré escribir a cámara lenta. Se precipitó cuesta abajo por una pendiente, atropellando a un perro que le ladraba a una mariposa que a su vez bailaba en el aire como volaría un caimán. El perro se enredó en los radios de la bici y ambos comenzaron a rodar, pasando a traves de bolsas de basura y cartones hasta que solo se vió una gran bola rodante, que a la filosofía le costó distinguir qué era cartón y qué era cartero.
En el momento de estrellarse contra la puerta de la oficina de correos, la gran bola se paró, saliendo diparados en las tres dimensiones, perro, cartero, cartones, todo lo demás y la carta aterrizó en la mesa del matasellos colándose por la ventana. La sellaron, y empezó su nuevo viaje.


CAPÍTULO TRES

El camino hacia la ciudad no fue menos movido. Dirigido por el jefe de correos, y con una escolta de 4 policías, partieron 6 carteros más llevando a cuestas la carta metida en una vitrina. Esto fue así porque la carta se negaba a subir a la camioneta, o esa impresión daba, ya que cada vez que la intentaban subir, alguien se tropezaba, o le entraba un tic nervioso o se le doblaban las rodillas por el lado contrario. Y así marcharon por toda la urbe, rodeados cada vez de más gente, y había incluso quienes se ofrecían a ayudar a llevarla. La carta se sentía importante, o al menos así se sentiría si tuviera vida.
Llegaron por fin al domicilio de Julia pero no parecía haber nadie. Y es que Julia no sabía que estaba pasando y no quiso abrir. La incertidumbre asoló la improvisada reunión, pero pronto algo comenzó a cambiar... de la carta parecía salir el olor característico del jazmín, que consiguió subir los 4 pisos que separaban a la carta de Julia. Esto le hizo reaccionar, y se acordó de los paseos con Edu por el pueblo, rodeados de jazmines entre otras flores. El recuerdo latente en su interior de esos momentos tironeó de ella hacia abajo, con tanta fuerza que Julia cayó varios escalones. Ello no impidió que siguiera bajando las escaleras como hipnotizada.


CAPÍTULO TRES Y MEDIO

Llegó abajo y recogió la carta sin mediar palabra con nadie, ante la mirada atenta de todos los que esperaban mediar palabra con Julia. Abrió el sobre y en seguida una bocanada inmensa de aire, le saltó a la cara, despeinándola como si no se hubiera peinado en su vida. Leyó la carta con los ojos empañados, hoja tras hoja. Era un texto preciosamente escrito y estrictamente precioso. Terminó de leer la carta con emoción y dio las gracias a todos los que ayudaron a llevarla hasta su casa. Después de unas breves palabras y de secarse los ojos con la chaqueta de uno de los carteros, se despidió y subió a casa de nuevo.
A varios kilómetros de allí la mariposa dejó de bailar como vuelan los caimanes para volar como bailan las mariposas. Edu cogió el teléfono, porque estaba sonando. Era Julia, le estaba hablando desde esa parte de la cara que sirve para comer y, en ocasiones, para comunicarse.



-Ningún animal resultó herido en el transcurso de este relato.

Alberto Félix
22-12-2006

Texto agregado el 16-08-2007, y leído por 63 visitantes. (0 votos)


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