Caí en la tarde,
el sol era solo un pequeño haz; sin distinción ni gloria a la hora del hecho.
Un poco de fogonazos siguio mis pasos,
mis huellas de sangre bombeada.
Caí en la tarde de un mes cualquiera.
Entre bejuco y lodo mi hamaca ondeaba por días.
Caí en la sombra negra y fría, fría como el recuerdo.
Los hombros me cabalgaban por ríos
me mecían entre árboles y fangos; acariciaban mis tripas salidas.
Con días contados, con sangre rala; me llevaban.
“Semper fidelis” era lo único que leía
en aquellos rostros duros,
sudorosos,
amables.
Incrustaciones y perforaciones medicales
mantenían viva mi vida.
Las aguas de los cocos eran mi plasma y consuelo.
Caí entre los hermanos que me querían
con gusto cargaron mi inerte cuero por veredas y cañadas
por emboscada y sobre pangas.
Pero estaban siempre conmigo.
Cuando toco y sobo el verdugón
las lágrimas corren en lo profundo,
ladean mi corazón
y vagan suavemente saliendo de mis ojos agradecidos.
Y al final lloro
y al final viene otro recuerdo
y al final; sigo vivo.
Texto agregado el 16-08-2007, y leído por 151
visitantes. (1 voto)
la caceria no termina jamas. se repite como el eterno retorno. mas alla de expresiones linguisticas que se me scapan (perdon por la ignorancia) me parece esplendida tu manera de construir y decir la poesia. dax
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login