Desmontó medio armario sabiendo que lo encontraría y apareció en el altillo. Allí estaba, con margaritas naranja y vueltas verdes, intentó ponérselo y no pudo. Casi se enfada pero comprendió que no era ya la chica de veinte, aunque ahora volviera la moda.
Entró en la salita llevándolo en la mano. Su marido la miró de soslayo sonriendo burlón.
Salió, y al volver traía una cinta y una foto que depositó encima del televisor. En la fotografía estaba plasmada la imagen de un barbudo de dentadura perfecta y abundante melena rizada que sujetaba con una cinta roja.
Él no hizo una mueca, simplemente se seco el sudor de la amplia frente que le llegaba hasta la nuca.
jejeje. Son realmente entrañables estos relatos cortots tuyos, que nos sirven en el plato esos pedacitos de vida. A medida que leo me van gustando más. xung0
29-09-2007
Esto me recuerda lo de no ver la viga en ojo propio pero si ver la mota en el ajeno.
Estupendo como siempre. Cortito y suculento como sabes hacerlos tú. Noguera