Entre unos vagos intentos de progreso encontrose en la retirada final de sus problemas, causándole esta facilidad, por obviedad, una extraña sorpresa. Para extrapolarlo aún más del orden común del resto del tiempo, descubrió que sus circundantes lo habían logrado también. Entonces observó a cientos, o millares, el mundo entero superando tribulaciones y gozando parsimoniosos una paz más propia de una fantasía espiritual que de una realidad como lo es la realidad. Estaba a gusto con la felicidad nueva encontrada, más no con el medio con que la había alcanzado. Luchó encarnizado buscando una respuesta, valiéndose de matemáticas y ciencias. Examinó, comparó, dedujo, resolvió. Luego, satisfecho pero ya no feliz, se dió cuenta que había dejado de ser animal y había involucionado a hombre.