Tan cerca y sin embargo tan lejos. Estirar la mano en vano, sólo para sentir el frío del vidrio, y ver que él, el del otro mundo, no me puede tocar. Ver que él, el del otro mundo, se siente atado a las ligaduras que imponen mis movimientos y el triste saber de que si le hablo sólo replica lo mismo, saber que su vida está limitada a los muros de mi ser, saber que es igual a mí y sin embargo opuesto, que si yo soy diestro él es zurdo y si yo escribo "espejo", en un vano intento por acercarme a él, el del otro mundo, sólo me va a responder "ojepse". Innumerables espejos nos unen; innumerables espejos nos separan como en una eterna condena.
Ayer fue otra vez. Querer decirle que yo siempre voy a estar a su lado, que siempre me va a poder contar sus temores y sus dudas. Y después sentir ese desgarrador dolor, darme cuenta que sus temores son los mismos que los míos, y que si son míos entonces el que está del otro lado soy yo, que en realidad el que se encuentra encerrado en un mundo ficticio es mi ser. Y en el fondo pensar que si yo escribo esto, el otro, pluma en mano, piensa que el perjudicado es él. |