(no sé porque nunca dije que este texto lo escribimos cuatro personas, amigos.Iroel, Porter, Ome y yo.Fue una noche de nada, cuando las posibilidades para departir se había agotado y nos encontrabamos en un intento de bar español, mal iluminado, mal visitado y mal atendido por un tipo muy mal encarado. Ya no recuerdo si al salir encontramos un lugar mejor, o pasó como siempre digo cada vez que no tenemos donde ir: cada quien a su casa a dormir)

El lunar de las sirenas

Una princesa Rubia en una casa rosa.
Rosa como las montañas de Marte en el plateado atardecer lunar.
Lunar como el que aparece las noches nubladas sobre su cuello.
Luna de luz triste como la luz del atardecer que está por morir.
Como se muere el día para renacer luego y morir de nuevo y renacer.
Entonces... es la luna la que da el contraste en las pequeñas perlas del mar. Para así, las sirenas puedan aparearse y formar luces que ascenderán y podrán atrapar a los embriagados navegantes del ser.
Pero el único ser es ella, es perla, es luna, es una, es todo y el cosmos.
Como las sirenas que encantan y pierden a uno en altamar.
No por la belleza sino por el canto, la voz, un grito de auxilio. El día termina, la luz termina, la luz es dulce, la noche es otra cosa.