Hay días en que la tristeza simplemente me invade
llega sin invitación… a quedarse.
La luz de mi habitación parpadea,
coludiéndose con el destino,
sembrando esa palpitante inseguridad.

Ojos alicaídos, cansados de tanto llorar,
quisieran cerrarse y poder olvidar.
Esta angustia que nace de mi pecho
es más profunda cuando no estás tú…
La desesperanza ocupa todos los espacios.

Mi alma, ya fracturada en muchos pedacitos
reposaba tranquila en tus manitos.
Tus besos esta noche ausentes…
Ay amor mío!
Las campanas de la catedral ya no repican.