Dicen que el dinero hace la felicidad y puedo decir con certeza que esa es una enorme falacia. Y conste que yo manejaba fajos de billetes que eran de mi propiedad, me amanecía ordenándolos, revisándolos y clasificándolos. Tanto así que llegué a hacerme amigo personal de la Gabriela Mistral, de Arturo Prat y de Andrés Bello, cuyos rostros engalanan con toda justicia nuestro papel moneda. No, el dinero no hace la felicidad, muy por el contrario, nos obliga a ser más conservadores, egoístas y desconfiados, nos impide gozar de las riquezas que con él hemos conseguido y cuando pensamos que hemos alcanzado la plenitud, viene la policía y nos apresa y desbarata todos nuestros sueños, confisca nuestros equipos de última generación y se lleva todas esas obras maestras de la falsificación y todo por nuestro afán perfeccionista de embellecerlo todo, de rejuvenecer a la Gabriela, de injertarle cabellos al calvo de Arturo Prat y de transformar a Andrés Bello en un colegial de catorce años. No, el dinero no hace la felicidad y yo como buen falsificador, lo puedo asegurar…