La verdadera felicidad
Hoy es el día, ya no aguanto esta inseguridad, tengo que saber inmediatamente la verdad; una palabra, sea cual sea: cielo o infierno, felicidad o muerte, cordura o demencia fatal… un simple y sedoso “sí”, o un frío, punzocortante “no”.
Hoy es el día, no lo soporto. Ella tendrá que responder, tendrá que contestar mi maldita pregunta. Esa pregunta que ha circulado a 200 kilómetros por hora en un circuito de neuronas dentro de mi cabeza. No lo soporto. Es como si muriera lentamente sin realmente morir, vivir sin realmente estar vivo, estar en la línea divisoria que existió al principio del génesis bíblico, cuando ese dios creó, antes que nada, la luz y la sombra, divididas por una sola línea, intangible, quizá; ficticia, tal vez; pero sin lugar a dudas existente… y yo ahí, sin quererlo, debatiéndome entre cegarme de por vida, quizá quemarme vivo en ese reflejo de la sombra de dios hindú… o simplemente perderme por el resto de mi eternidad en la penumbra, condenado a la perdición eterna. Esa línea cortaba mi ser en dos partes idénticas: mi mal, mi bien. Yo sin quererlo ahí, sin quererlo aquí, sin quererlo en ningún lugar. Sin quererlo frente a ti… por fin…
Gabriel caminaba cabizbajo mirando los reflejos distorsionados de las tenues luces fúnebres de los pocos faros que había encendidos por las húmedas calles de la ciudad de Guadalajara. El pesado aroma característico de la ciudad a tierra mojada adormecía su nariz, anestesiándolo levemente, al interesarlo en el peculiar aroma y olvidarse por un momento de su preocupación principal que nublaba su vista y su mente.
Iba a casa de Jazmín, había pasado dos años enamorado perdidamente de ella; atormentándose viéndola a diario en la preparatoria. Una lenta tortura: verla sin tenerla, rozarla sin tocarla, declarándole su amor estando amordazado. Dolor en su más pura expresión.
Hoy iría a la puerta de su casa en la colonia Pinar de la Calma. Tocaría vigorosamente, quizá demasiado vigorosamente, preparando su pequeño discurso en la mente y en los labios en movimiento, con la mirada perdida en un pequeño orificio en la madera de la puerta, situado justo en medio de una mancha vieja, una mancha de sangre seca y podrida.
Con el discurso bien preparado, pero aún sin obtener respuesta de los habitantes de la modesta casa, vuelve a tocar. La primera vez golpeó con sus nudillos tres ocasiones consecutivas. Haría lo mismo, siendo interrumpido entre el primer y el segundo golpe por un movimiento de la puerta. Repasó a velocidad de la luz, como un destello, todo el discurso de nuevo, antes de que se abriera por completo la puerta.
- …Buenas… tardes… señora… se encuentra Jazmín…
- Sí. Ahorita le llamo… ¡Jazmiiiiiín!... ¡Te habla…! … Disculpa, pero…
- Gabriel…
- ¡Te busca Gabrieeel!
- Voooooyyy…
La vi salir. Hermosa. Simplemente hermosa, como siempre, pero el día de hoy tenía algo de especial, no se qué era. Se veía con el mismo peinado de siempre, maquillada igual que siempre, pero algo, algo en ella era distinto. Le pregunté que si le gustaría salir a caminar un rato conmigo. Me respondió afirmativamente. Entró a la casa a pedir permiso y salió instantes después. Caminamos hacia un parque que estaba a una cuadra de su casa. Lo tenía todo planeado, demasiado bien planeado. Caminamos. Platicamos cosas sin gran importancia, no sabía, literalmente, qué decir. Las palabras rondaban mi cabeza, pero no salían… no querían hacerlo. Deseaban dejarme como idiota frente a ella, la única persona en este mundo cruel que me interesa, la única cosa que me mantiene dentro de esta maldita vida. Nos acercamos a un árbol, hago algún comentario estúpido, raspando en lo cómico acerca de… no lo sé…de alguna cosa que vimos apenas unos segundos atrás… no lo recuerdo… mis labios tiemblan. ¿Se habrá dado cuenta de esto? No me importa. Creo que no me importa. No me importa si me importa… ¿Acaso eso importa? No importa…
Qué curioso se ve, hasta tierno. Demasiado nervioso. Sus labios, su voz, creo que hasta sus manos tiemblan. ¡Qué no se da cuenta que a mi también me gusta! ¡Por dios, que ya me lo diga! Sólo le da vueltas al asunto, hace chistes baratos…¡Y yo me río! ¿Qué más pruebas quieres? Desde hace tiempo que tengo ganas de ser su novia, no es guapo ni mucho menos, pero me llama la atención. Ahora que lo pienso… ¿cómo averiguó dónde vivo? Quién sabe… se ve que sí le intereso… que bien… eso me agrada…¡Ya pregúntame! Ya caminamos, ya platicamos, ya me dijiste que si nos sentábamos en esta banca fría y oxidada. Me siento a gusto aquí. Todo calmado. Oscuro. Frío. Me gusta el frío. Me gusta todo esto. Simplemente… me gusta.
Le pide que se sienten. Se sientan. Conversan. Para Gabriel es la primera vez. Nunca ha tenido novia en su vida. Para Jazmín es el más nuevo eslabón de una larga cadena de amoríos adolescentes. El primero, el último. ¿Por qué siempre es así? Pura dualidad. Pura maldita dualidad. ¿Por qué no simplemente es el último para todos?¿O el primero para todos? Por qué…por qué… Ni siquiera yo lo sé… pobres…
Ya la tengo aquí… ¿por qué no puedo decírselo de una vez? Rodeo y rodeo el asunto…¿Qué me irá a decir? Y si me dice que no… ¿lloraré?... y si me dice que sí… ¿…también lloraré? ¿Qué sucederá…? No sé… ¡YA!... A la chingada… como salga…
¿Que si quiero ser tu novia? ¡Claro! ¡Sí! Desde hace tiempo he esperado este momento… me gustas mucho… no pensé que fueras a decírmelo porque te veía demasiado nervioso …inseguro… no sé…simplemente no pensé que lo fueras hacer… pero ¡sí! … Sí quiero ser tu novia.
No lo creo… Aún no lo puedo creer… Me dijo que sí… ¡Y no lloré!... jajaja… en fin, no lo puedo creer, qué bien, nunca creí que Jazmín se fuera a fijar en mí alguna vez, la verdad es que yo sólo lo hice para no arrepentirme algún día en mi futuro. La abrazo y me siento como nunca. Siento que no hay nada más. Que estamos en medio de esa sombra que creó dios al principio, los dos, sosteniéndonos mutuamente, lo demás es basura, vil relleno para así poder ocupar el resto del espacio de este insignificante universo verdiazul.
Somos los dos… somos los únicos… somos nosotros… somos… Nunca creí que podría decirlo, pero me siento… me siento… sí… ¿por qué no? Por primera vez en mi vida puedo decir al aire… ya que la acompañé de vuelta su casa, la besé de despedida, la abracé de nuevo… y ahora por estas frías, húmedas y bellas calles puedo gritar a los cuatro vientos que soy feliz… lo soy… soy feliz… ¡soy fel…!
Qué mala suerte… sus papás le dijeron que volteara hacia ambos lados de la calle cada vez que cruzara una… pobre…qué oportuno el camión ese…
Alguien tendrá que barrer sus sesos y entrañas de ese suelo… de toda esa cuadra. Ni modo. Ya no es mi problema. Aún era joven… ni modo… se quiso pasar de listo… aquí nadie es verdaderamente feliz… de eso me encargo yo… ¿En serio creíste posible la verdadera felicidad?... Pobre iluso.
Sergio Covarrubias
|