Una Noche Perfecta.
La oscuridad vuelve uniforme todas las cosas, era de noche y todo estaba a merced del destino o de la suerte, no sé si existe alguna diferencia entre ambas. El lugar, la calle, una herida permanente más, en el rostro lleno de caras de esta gran ciudad, una herida con nombre, J.J. Pérez, Quinta Normal el apellido. Sin plata para un taxi, ni ganas de querer tomarlo, camine y camine y seguí desde Agustinas hasta donde mis pies ya no tuvieron voluntad de seguir andando. Era como si caminado sin rumbo fijo pudiera eliminar todo recuerdo o todo mal paso dado. Las casas, todas ensombrecidas por la noche con sus rejas tan vulnerables como lo puede ser una gota o el pasto. Y la noche camina conmigo pero en realidad yo camino hacia donde ella me lleva. Con varios ron en el cuerpo y con la voluntad de seguir hasta el final, con esa fuerza que solo te da la borrachera, la buena borrachera y una conversación intrascendente con cualquier desconocido que no tiene más convicción que tú de que esta vivo aún. No camino solo, dos sombras me siguen hace rato, dos sombras que creen que yo no las he visto. Una de esas sombras tiene un gorro de lana que podría ser un pasamontañas y me sigue sigilosamente. La otra sombra no guarda ninguna distancia y viene decidida hacia mi. Esta historia podría ser triste, pero no lo será. Lo triste es verte partir y saber que no volverás, verte tomar el Metro en la estación República y saber que mañana no regresaras con toda la dulzura que alguna vez me diste, y yo sin poder hacer nada para retenerte. Sin poder darte un beso de despedida, sin tener mas derechos sobre lo que sientes. Y desde hoy dejar de ser un noctambulo del Metro y caminar por calles que apenas conozco. Transformarme en el vagabundo que tanto ignore. Dejar de ocultarme entre la gente y esconderme en la noche, la noche, que nos mira a todos de la misma forma con su gran ojo protector o siniestro. Por cierto, sigo por J.J. Pérez y pienso en cuantas calles tendrán ese nombre en Santiago, cuantos colegios, cuantos letreros. Llego hasta un semáforo, se detiene una micro, en ella veo solo a un pasajero y el chofer, conversan, podría tomarla, pero no lo haré, sé que no lo haré. Cambia el semáforo, la noche avanza rápido. Siento los pasos detrás de mi, tomo aire, creo que suspiro, miro el cielo, la luna me observa lejana y quizás alguien mas. Es el momento perfecto para acabar con todo. Me doy vuelta, miro mis zapatos, están sucios. Se acercan, el de gorro de lana llega primero, yo doy el primer golpe, directo en un ojo, después recibo una patada, y la pelea comienza sin saber, como terminara.
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