Déjame mentirte esta noche

Y mentirme hasta el hartazgo de mis caprichos.
Decirte que mis pasos no van en tu busca,
que mi cuerpo se aisla del fuego como un metal aislante
que no cede ante el deseo…
Mientras la cretonita, un muslo vibrante,
un arpa inculpada de espermas que hace su concierto
en octava mayor y recibe el aplauso del silencio.
No, no digas nada, calla...
Fuego de artificios en mi mente...
Y celebra mi condena de entregarte el trofeo
o corazón como un burdo arlequín de un viejo circo.
Cerremos el telón; entonces me dices:
ve a casa y haz de ti la vida de esposa,
de perfecta casada, mientras rasguño
el espasmo maldito de mi risa de payaso
y te odio en este amor bendecido
por los dioses que se asoman en mi dolor.
Y me recogen el despojo en una canasta
que florecerá…
Siempre creo que floreceré en tu pico
de gaviota, y me llevarás contigo al mar;
y allí, al destrozarme de nuevo por pasión
me abandonarás como una gaviota muerta,
una caracola o una rama seca...
Pero te diré, que mi respiro no nace
de la lluvia y viento cuando trepo por la ventana de tu cuerpo…
Cuando indago uno a uno el poro abierto
de la carne trasmutada en perfume a eternidad.
Y me hago eterno y me matas…
Déjame decirte que es un hilo de azúcar
este corazón mío que renuncia a todo,
y todo es amarte en mi gangrena
que pulula el pus del amor enfermo..
Y tu eres el amor que me salva, y por salvarme
me condenas a las cadenas violetas
que nadie ve ni sentirá…
Infinito cosmos que atropellas, te siento dentro mío...
No importa que no sea verdad…
Porque soy la enfermedad que necesita
de tu enfermedad para curarnos de la locura
que asoma a la vida y la vida tiene un nombre,
tu nombre, amor…