Lluvia de espejos es el alma silenciosa, llanto de rojas estrellas chorrean tus entrañas. No estás. Y en ese abismo de amor me crucifico. Pido a la muerte que tenga piedad. No puedo, no quiero seguir. ¡Que me lleve! –Grito- ¡Que me lleve como a vos te llevó! El eco me enloquece y en penumbras me acurruco en un rincón. Desde ahí se ve enorme el cuarto vacío. Tan vacío como eramos vos y yo. Sobre la mesa la tenue luz se refleja sobre el caño humeante de un revolver que espera seguir hablando de amor. Dedicado a Arihua, la mujer que conmueve hasta la locura
Texto agregado el 17-03-2004, y leído por 230 visitantes. (2 votos)