Siento un rumor a veces que la calma de mi desidia agita; esos rumores reproducen en mí vagos temores que hollan mi cuerpo y estremecen mi alma. Soy como el nazareno que en la enjalma entra a Jerusalem entre clamores presintiendo del foete los rigores y el ardor de los clavos en su palma. El peso de la cruz del Galileo vuelvo a cargar, buscando el cireneo, que me ayude en la senda tormentosa. Pero no viene a mí, que solitario cargo el dolor del mundo en el calvario de mi Vía sangrante y dolorosa.
Texto agregado el 09-08-2007, y leído por 157 visitantes. (3 votos)