Vértigo ampliado
Sus manos se aferraron a la cuerda que pendía del edificio, en un sórdido monólogo intransigente. Por encima las voces se mezclaban en oscuros gritos de horror que caían a la par de su silueta.
Su cuerpo descendía ante la esfera dilatada de los ojos implorando ayuda, sólo, diminuto, como un eco indescifrable perdiéndose en el aire, mientras el cielo desmembraba su semblante en inmensos tonos de celestes. Soñó ser Dios, ángel, pájaro, en el desfiladero repentino de sus días, mortal, amante, rey, mientras descendía los últimos segundos, luna, árbol, lluvia precipitada y complaciente bajo la mueca de sus gritos. Y la tierra abrazó su semblante horrorizado que estallaba entre las sombras para fundirlo dentro de su vientre. Cuando despertó sus músculos aún temblaban cayendo hacia el abismo, tomó su rostro fatigado entre las manos, mientras un sudor oscuro le trepaba por los dedos; se irguió, respiró profundo mientras volvía a recostarse. Después el sueño lo sedujo nuevamente bajo la gravedad que fluía desde el edificio. Fue mago, ave, sol, etéreo, pasajero, junto al aleteo incesante de sus miembros, luz, miedo, alma, desenlace, bajo los escombros de aquel balcón antiguo.
Ana Cecilia.
|