El joven duerme desnudo, de costado me da la espalda. El pelo negro, un poco largo, marca una sombra en la cama. Inclina la cabeza hacia el pecho. La cadera resalta cubriendo el nacimiento de las piernas ligeramente encogidas. Duerme aún. Me acerco, le toco levemente el hombro, y se vuelve somnoliento. Con un brazo se cubre parcialmente los ojos, como incómodo frente a una luz que parece deslumbrarlo.
-¿Papá...?
- No, aunque ahora dicen que me parezco...
Se incorpora apoyándose con los brazos sobre la cama. Me mira. No entiende. Me mira. Sigue sin entender.
- ¿No me reconocés? No te culpo. A mí también me cuesta reconocerte.
-Yo, vos, yo, vos...
-Sí- defino-. La misma cosa. Curioso, ¿no?
-¿Cuántos años tenés ahora?
- El doble o un poco más que vos, que vos ahora.
- ¿Cómo puede ser...?
- Todo puede ser. ¿Sos feliz? ¿En qué andás ahora?
- ¿Es que no lo sabés? El que no sabe en qué andás vos ahora soy yo.
Se vuelve, de frente, desnudo. Lo miro, lo estudio, analizo una vencida anatomía. Me siento atraído y lo toco con una mano. Lo recorro levemente. Él habla de sí, historias que conozco, aunque me sorprende el tono con que las va evocando. Tiene cosas que superar. Unas cuantas. Me pide las mías, que sabe no le puedo revelar.
-Todo lo que se pueda conocer, sin el riesgo de cambiar la realidad nuestra, es aceptable.
-Bien, entonces dejame mirarte, dejame tocarte, dejame reconocerte por los sentidos, y tendré en ellos alguna respuesta.
Esto que dice me impacta. Parece mío. Claro, en definitiva, no somos tan diferentes.
-No me contestaste si sos feliz...
- A veces, ¿y vos?
- A veces también. Sé que me has buscado. Por eso estoy aquí.
- No me gusta la soledad. Además, no tengo referencias válidas. Eso se paga; uno se equivoca mucho.
- Fundamentalmente uno se equivoca cuando no decide, cuando no elige. Y la soledad no es mala en sí. Te pone en contacto directo con vos mismo.
- Ahhh, la inseguridad... Parecés muy seguro de vos mismo.
- Me conozco un poco más. Me reprocho menos cosas... Y decido. Y ahora he decidido acercarme a vos, aunque ello signifique...
- Signifique qué...
Me acerco más. Lo miro a los ojos. Acaricio su pelo, sus brazos, su vientre, sus piernas. Uno a uno los movimientos se van correspondiendo, hasta llegar al momento de la respuesta.
- Esto. Un final, y el comienzo de otro comienzo...
Nuestras carnes se unen poco a poco en una sola. Los pensamientos bullen desordenados, anárquicas corrientes que entrechocan entre sí. Es insoportable. Me retiro. Me mira espantado.
-No debiste hacer eso. Ahora le tengo no miedo, terror a la soledad.
- Era el momento indicado. No había otra alternativa. Y ese miedo lo vás a perder muy pronto, casi sin darte cuenta.
-¿Alternativa para qué?
- Para que cambies. Para que empieces a ser vos mismo.
- No me alcanza con ser yo mismo. Busco compañía.
- Nadie es, si no se encuentra consigo mismo. Cuando seas, vas a encontrar tu compañía.
- Estoy soñando. Volveré a mi sueño.
-Yo también. Te deseo suerte.
- Y yo a vos, muchos años más de vida.
- Adiós-. Se desvanece. Yo también lo hago, sabiendo que lo mío va a ser definitivo.
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