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Satán no es tan malo como lo pintan, un día en aquél contraste de tiempos decidió bajar como mortal, quería padecer como sienten los demás, sobretodo como aquellos que son derrumbados por la cotidianidad, quería enamorarse y ser castigado por ello, al igual que los feligreses deseaba escaparse en banalidades ancestrales y pedir perdón hasta los tuétanos, nunca había experimentado esa sensación de tristeza por caídas o errores; por más que sea había pasado toda una eternidad entre calores sofocantes. Ya estaba extenuado que lo llamaran Lucifer, Diablo o el Malandro de San Pedro. Tenía como toda deidad momentos de ser apaciguado por la prisa, las dolencias y en definitivas cuentas quería sentir en el mismísimo pellejo todo aquello que sonara u oliese a humanidad. Decidió difuminarse en los terrenos del planeta, y bajó como heladero, su primera aproximación corpórea ... esa mañana la plaza estaba llena de niños que gritaban como locos exaltados, era nada más y nada menos que el Día del Niño!... buauuuh, agarraba el manubrio del carrito de helados con placer, nunca lo había hecho, lo más cerca de estarlo fué cuando electrocutó a un trinitario por cobrarle el doble a una niñita de San Juan de los Reyes, hace como trescientos años; y luego cuando hizo que al mexicano de la calle 42 en Veracruz le diese un ACV por echarle de menos con el famoso truco de poner nada abajo - paleta arriba, a un enano que se hizo pasar por chamo en aquella fiesta de caridad.

Mientras pensaba en estas trivialidades, sin darse cuenta los niños de la plaza empezaron furiosamente a jorungar el carrito de helados y en menos de 7 minutos le aplicaron lo mismo que le aplican los peces caribes a los venados en el Orinoco, lo delapidaron rápidamente, ni siquiera le dejaron el hielo que echa humos. Satán sintió alivio al aligerarse el peso del tres ruedas y sin darse cuenta se fue alejando del lugar, estaba satisfecho ya que nunca en sus 17.645 años había hecho tan feliz a tantos niños; por indiferencia se fue acercando al galpón que luego sabría que era el depositario y custodia del carrito de helados. Al entrar, un portugués que luego conocería era el supervisor de los heladeros, lo encrispó rápidamente-... Carajo, qui rápido fuiste, Sibastiane, ni siquiera mi diste tiempo di desayunarme ... a la verga ¿te contrataron para una fiesta? ... por si tu no ti acuerdas Sibastiane, aún mi dibis los 110.000 bolívares di antier. Y con lu di hoy son 424.000 bolívares, vamos a saká la kuenta manooo..... Sebastian, que así era como se llamaba el heladero abrió los ojos desmesuradamente mientras se acordaba de la escena de la plaza, se dió cuenta de que aparte de los helados de los pequeños, tenía que haber cobrado por cada una de esas delicias, al menos a los padres que extrañamente celebraban el gesto del carrito. Sin darse cuenta metió las manos en sus bolsillos sin encontrar al menos un billete con que afrontar su deuda al portugués... Pasaron quizá tres minutos, al menos cuatro, mientras un extraño sudor corría por la gorra de Sibastiane, como así lo llamaba el portugués .... Quíiiiiiiii.... sintíó un grito aterrador mientras veía como el portugués se le encrispaban las orejas.... Sibastiane, sabis como is la vaina, tu a mí no me vas a debé... que vá mi hermano, nu ti da virgoenza...... Mientras el otrora diablo sentía como un liquído amarillento y tibio salía con fuerza de su humanidad, al mismo tiempo que el corazón le latía con fuerza, vió con desespero como el portugués alzaba sus manos con unas tiras de cuero y las disparaba sobre su espalda..... Sibastiane, tu a mi nu mi jodi... istas ekibocaudo... de repente el portugués lo alzó como un toro salvaje, le bajó los pantalones y a rin pelado lo fustigó 65 veces ... al final de tanto dolor el Heladero o lo que quedaba de él, perdió el sentido por el duro castigo infligido a sus nalgas sangrantes... Mientras estaba ido, por los achaques del supervisor, trató de vengarse mentalmente, sin embargo nada pudo hacer... seguidamente gritó desesperadamente mientras sentía como el ron blanco corría a borbotones por sus lesiones traseras... Era de nuevo el Portugués quién le echaba ese licor blancuzco para desinfectar las heridas.... Sibastiane sentía como la piel se descogollaba al tanto que escuchaba lejanamente la voz del isleño. .. isto is pa qui mi pagues manoooo, o me pagas o te quemu il fundilloooo... una vez que su barbilla golpeó el friso húmedo de hielo, observó a lo lejos como empezaron a llegar al local los otros heladeros, todos ellos lo miraron en el piso indiferente... en el taburete de la esquina el portugués acomodaba en una caja el dinero de la venta, a lo lejos el farol de la esquina apenas alumbraba...

Texto agregado el 08-08-2007, y leído por 158 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-08-2007 Encuentro tu relato muy divertido, muy bien hecho, en algunas partes algo un poc dificil de entender quiza queriendo simular el acento portugues, bastante original. Una historia que atrapa en su lectura***** gfdsa_elisa
 
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