llegué a mi casa. mi madre aún estaba despierta. ¡te ha llamado tu padre!, gritó. le agradecí y subí hacia mi cuarto. encendí la PC y me puse a leer los comentarios de muchos de mis cuentos. unos me daban risa, otros me molestaban, pero todos los leí. luego, pensé un rato. apagué las luces de mi cuarto, era de noche. me puse a tocar la guitarra, recordé a un amigo, luego a una novia y por último, recordé la llamada de mi padre. encendí las luces y lo llamé por teléfono.
- alo
- ¿si?
- hola papa, soy yo, tu hijo...
- ¿cual de todos?
- el que mas te quiere...
- ¡ah!, pero ese está muerto... ¿has resucitado?
- si
- que bueno... oye, hazme un favor, dile a tu madre que no me tire el teléfono toda la vida
- ok
- oye, ¿cuándo voy a morir?
- pronto
- y, ¿duele?
- no recuerdo
- entiendo, pero, cuándo vienes a verme... perdón, pero estás muerto, jajajajaja... disculpa hijo, anda ve y gracias por llamar
- te quiero papá, y un beso para ti
- g-r-a-c-i-a-s
colgó. iba a ponerme a pensar en el pobre anciano, pero qué diablos, tiene 97 años, vive en el loquero y me llama todos los días... es seguro que muy solo se siente... iba a visitarlo pero recordé la última visita. me dijo que el nunca había tenido hijos y menos un mono feo como yo. le dejé hablando y me di media vuelta, llorando delante de él como para que se sienta mal, pero fue todo lo contrario, pues me dijo mujercita... desde aquella vez, que fue la única vez, no he vuelto a visitarle, pero siempre le llamo, eso es mejor, hay veces en que le digo otras barbaridades como que he salido presidente, o que soy un gran novelista, etcétera... pero, su mal es incurable: demencia senil.
apagué las luces y me puse a sentir la oscuridad y el silencio total. es posible, sobre todo cuando te pones una venda en los ojos y unos tapones en las orejas y cierras todo huequito de tu cuarto. un silencio y una total oscuridad.
debo de estar medio loco con esto de mis experiencias nocturnas. una vez, vi que un puntillo de luz se puso en mi frente. me asusté un poco, pero luego, quise saber qué era eso. el punto se puso frente a mi a menos de unos centímetros.
- ¿eres dios?
- si
- ¿y yo?
- ¿tu?
- si, yo...
- eres un polvo que piensa que es dios
- entiendo, perdón, pero ¿qué es lo que desea?
- nada, solo te observaba y me preguntaba el por qué gusto de pensar tanto, si no hay nada que pensar, todo está dado para que viva una temporada y que sienta en cada aliento que es como si fuera el último que tengo... ¿entiendes?
- entiendo
- adiós
- si, y muchas gracias y adiós
la lucecilla se esfumó como si estuviera diluyéndose en mi oscuridad y yo me quedé contento con tamaña sacra experiencia.
a la mañana siguiente le conté a mi madre todo. me respondió que estaba loco igual que mi padre, y luego se puso a renegar de que cuándo le voy a pagar la cuenta que le debo y que soy un tonto si continúo manteniendo en el negocio a tanto vago, etcétera, etcétera...
salí a la calle y fui hacia mi laburo y mientras manejaba, recordaba cada aliento que entraba y salía de mi vida, y, la verdad, era como si agua fresca lavara mi alma... por mi madre, ¡dios tiene mucha razón!
san isidro, agosto del 2007
|