Traduzco la vida mía en los linderos de la paz
aquella que un día murió bajo este poderío que quiere;
entre todos los muertos arraigarse.
Es en una de las dos estaciones que logre verla de nuevo,
logre sentirla y casi amarla.

He hablado en números y me he encontrado con tres lenguas más
y la mía viene mezclándose con nuevas palabras
he visto que las armas de apoyo se confunden
y los obuses necesitan bípode.

Cuando canta la cocoroca, es hora de rezar.
También he estado conociendo frases
y costumbre milenarias de los antiguos vecinos.

Ya mi vida llega al mismo lindero de la paz perdida.
Con los sollozos de madres
se ha levantado una lucha.
Vamos llegando a un ocaso que es intermitente.

Mialgas en las noches no me dejan dormir,
y mi corazón solo canta en muertes y soledades.
¿Que me podrá quitar ese mal que llega a mis entrañas,
que solo con el fuego disparado se me quita?

Ya ese lindero se parece al abismo de mi inicio en la guerra
y lo he sorteado, y lo he enfrentado, sigo aquí.
Cuatro pasos de este temblor me han llevado a ver otras latitudes
otras casas, otras comidas.

Con ímpetu valeroso me he despedido de las gramas quemadas
de los árboles truncado y de los huesos de las bestias.
Frente al cascajo de mis enemigos, me santiguo y sigo mi camino.
Mía fue mi libertad, la he entregado para conseguir la del pueblo.
Soy un esclavo libre de esta lucha que sucios estamos.